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Actualizado: 26 de mayo de 2025


Detúvose aquí algún tiempo para recobrar así él, como sus compañeros, las fuerzas con que proseguir el viaje hasta la Reducción de San Francisco Xavier y de esta manera tuvo comodidad y tiempo para confirmar á los Bohocas en el amor de Cristo y devoción á la santa cruz.

Dos voraces incendios, uno en febrero de 1737 y otro en marzo de 1756, convirtieron en cenizas dos terceras partes de los edificios, entre los que algunos debieron ser monumentales, a juzgar por las ruinas que aun llaman la atención del viajero. El virrey conde de Lemos se distinguió únicamente por su devoción.

Cuál fuese la pompa, y lo que más importa, el santo fervor de devoción con que desde el primero al último veneraron estos nuevos cathecúmenos la Santa Cruz, no es fácil referirlo.

Estas lecturas causaron profundísima impresión en el ánimo ardiente y exaltado de nuestra joven, empujándola más y más por el camino de la devoción.

Aquella Virgen solitaria, de mejillas y pies rosados, de ojos cándidos y piadosos, recibiendo como única adoración el triste chisporroteo de la lámpara, infundía en el alma tierna y amorosa devoción. El silencio era grande. Las sombras descendían del techo por intervalos y cubrían con tupido manto alternativamente el altar, el confesonario, la Virgen y el pavimento.

Cumplido tan santamente su noviciado, pasó á los estudios mayores, donde juntando el fervor y devoción con las ciencias, concibió ardientes deseos de consagrarse á Dios más estrechamente en las Misiones de las Indias y seguir más de cerca las pisadas del glorioso apóstol San Francisco Xavier.

Y al día siguiente, en las últimas horas de la tarde, empezó á pasear por el bulevar de los Molinos, sin perder de vista el templo único de Monte-Carlo, lugar de devoción para los jugadores y la gente rica, que mantiene cierta rivalidad con la catedral del silencioso y aviejado Mónaco.

Pero mi madrina la condesa, en vista de tan ardiente devoción, quería hacerme monja; y el otro día, «las señoritas», recordando los deseos de su mamá, todavía me ofrecieron costearme el dote para que entrase en un convento. ¿Y usted acepta? preguntó el joven con visible ansiedad. ¡Yo...! No pienso en ello por ahora. Aquella santidad voló, creo que para siempre. Ahora soy mala, muy mala.

Vivía entregada en absoluto a la devoción, pero a una devoción caprichosa, fantástica, en nada parecida a la que practican las almas verdaderamente místicas. Toda su vida había dado señales de un humor excéntrico, mas desde la muerte del conde se había pronunciado tanto que bien podían tomarse sus excentricidades como manías, y no de las más leves.

La marquesa, que se había detenido en el umbral, paralizada del temor y respeto que aquel interior, no abierto en nueve años, le infundía, retrocedió un instante; tomó una de las dos lámparas que en el gabinete había, y resuelta, con devoción y ánimo, penetró en la habitación, cuya puerta de par en par abrió.

Palabra del Dia

hociquea

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