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Actualizado: 2 de junio de 2025
Estudiando atentamente los males nacionales, los abusos imperantes en el país, había formulado una crítica completa y despiadada, en la que resaltaban los absurdos por el efecto del contraste.
Cuando le conocí todo Madrid le llamaba Pepe García, o el vizconde de Manjirón. ¿Cómo podía yo suponer que fuese el hijo de don Ulpiano? Desde que lo supe se me hizo aborrecible. Me parecía que su riqueza, el lujo que me daba, sus regaños sin cariño y sus caricias sin ternura, todo era un sarcasmo continuo, una mofa brutal y despiadada de la suerte.
Llévome mis hijas, único bien del alma de que no se me despoja; mis hijos quedan aquí, y es fuerza separar á los hermanos unos de otros como se separan las ramas que crecieron entretegidas, cuando el hacha despiadada hiende á muerte el tronco.
Y por ahí continuó soltando a chorros sarcasmos e insultos, hasta que al fin la pobre Josefina rompió a llorar. Las demás criadas, menos malévolas, se veían, no obstante, lisonjeadas por aquella humillación. Al fin se pusieron de su parte, trataron de consolarla, mientras Concha, despiadada, más dura y más fría que el mármol, siguió persiguiéndola largo rato con rechifla sangrienta.
La rotunda negativa de Leonora; la burla despiadada de su hipocresía le hacían darse cuenta de la enormidad de su deseo. Se vengaba haciéndole revolcarse en la abyección de su amor loco y desesperado, capaz de las mayores vergüenzas. Comenzaba el crepúsculo. Leonora dio orden al cochero para volver a la plaza de Oriente.
Si Doña Paca viera que se abría la tierra y salían de ella escuadrones de diablos, y que por arriba el cielo se descuajaraba, echando de sí legiones de ángeles, y unos y otros se juntaban formando una inmensa falange gloriosa y bufonesca, no se quedara más atónita y confusa. ¡Testamento, herencia! ¿Lo que decía el clérigo era verdad, o una ridícula, despiadada burla? ¿Y el tal sujeto era persona real, o imagen fingida en la mente enferma de la dama infeliz?
Desde Adam acá, dijo Cervantes, al mundo no ha venido criatura sino para morir; sólo que a unas las mata Dios y a otras las matan los hombres, sino es ya que ellas a sí mismas, porque no se puedan resistir, se destruyan; y antójaseme que para el capitán don Baltasar de Peralta las tres sangrientas parcas miden ya con muy breve término su vida; y la más tremenda de ellas, la despiadada Atropos, sus inexorables tijeras prepara; y tengo para mí que lo que ha de ser esas tijeras lo es la buena hoja de Toledo que a la cinta llevo.
En esta situación, sin verdadero entusiasmo, porque reacción tan disparatada no puede inspirarle, no es extraño que los jesuítas modernos tengan todas las flaquezas y pequeñeces é incurran en cuantos vicios y pecados el autor anónimo les imputa en su iracunda y despiadada sátira.
El gusto barroco del siglo XVII había ocultado la bóveda ojival bajo otra de medio punto, cubriendo además las paredes con un revoque de yeso. Pero sobrevivían á la despiadada restauración los retablos medioevales, los blasones nobiliarios, los sepulcros de los caballeros de San Juan con inscripciones góticas, y esto bastaba para mantener despierto el entusiasmo del notario.
Palabra del Dia
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