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Actualizado: 7 de junio de 2025
Su antecesor rara vez subía al púlpito, y el verle a él en la cátedra del Espíritu Santo casi todos los días, despertó la curiosidad primero, después el interés y hasta el entusiasmo de los fieles. Su elocuencia era espontánea, ardiente; improvisaba; era un orador verdadero, valía más que en el papel, en el púlpito, en la ocasión.
Los recuerdos que despertó repentinamente en mi imaginación esta espantosa confesión, me confirmaron su exactitud. Había oído contar veinte veces á mi padre, con una mezcla de orgullo y de amargura, el rasgo de la vida de mi abuelo á que se hacía alusión en ella.
Hízolo así don Quijote, y, quedándose en pelota, abrigó a Sancho, el cual se durmió hasta que le despertó el sol, y luego volvieron a proseguir su camino, a quien dieron fin, por entonces, en un lugar que tres leguas de allí estaba.
Mi presencia en este lugar no despertó al parecer, ninguna atención particular; creí únicamente ver pasar por la frente de la señorita Margarita, una nube de descontento, y me devolvió el saludo con notable sequedad.
Un hermoso oficial de la Guardia saltó, espada en mano, por encima de las sillas, y aproximándose á una de las ventanas tiró una estocada á la pierna del gigante. Gillespie, que estaba medio dormido, despertó sobresaltadamente. Levantó una de las piernas hasta poner la rótula á la altura da su pecho y se rascó con ambas manos la picazón que sentía en la pantorrilla.
Apesar de esto, no despertó rencores, ni antipatías; había en su rostro expresivo cierta nobleza que atraía generalmente, y en sus travesuras nunca dejaba de hallarse alguna gracia: así que, los profesores, aunque le castigasen con dureza, no dejaban muchas veces de reírse y de celebrar al hallarse reunidos «la buena sombra de aquel muchacho.» El único que le odió cordialmente desde su entrada, fue el famoso Pppsicología, el eterno y asendereado opositor.
Y ahora, están en brazos uno de otro y no tienen siquiera un pensamiento para mí. Entonces, de improviso, se despertó en mí un orgullo fiero. «¿Por qué te escondes? gritaba una voz en el fondo de mí misma. ¿No has hecho tu deber? ¿Todo esto no es obra tuya?» Con un movimiento brusco me paré, eché hacia atrás mis cabellos en desorden y, con paso firme, apretando los dientes, me dirigí a la casa.
Luego apretaba la mano de Fernando con más fuerza, mirándose en sus ojos. Viejito mío, di que me perdonas... ¡Ay, si tú quisieras! ¡si tú quisieras! Otra vez despertó en ella el deseo de la fuga. Hablaba de esto sin recato, como si el hermano no pudiese oírla. Aquel infeliz no existía para ella: lo despreciaba.
La población no se despertó; ó si algunos se despertaron, lo atribuyeron á algo horrible que pasó en un sueño, ó al ruido de las brujas ó hechiceras cuyas voces, en aquella época, se oían con frecuencia en los lugares solitarios cuando cruzaban el aire en compañía de Satanás. El Sr.
Al día siguiente despertó con una alegría exaltada, á la que sucedía bruscamente una tristeza sin igual. Su aturdimiento tomaba fases muy diversas tan pronto se veía atacado de un apetito insaciable de verbosidad que no podía contener; tan pronto hacía esfuerzos inauditos para pronunciar una palabra, sin llegar á conseguirlo.
Palabra del Dia
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