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La voz no quiso salir de su garganta; temía echarse á llorar como un niño. Salió á trabajar, pero en vez de hacerlo dejóse caer bajo un árbol, y así se estuvo toda la mañana inmóvil, con los ojos extáticos. Un deseo punzante le acometió, el de ver por última vez á Demetria y despedirse. Quizá no se hubiese marchado aún.

Manolo, que estaba esperándolas, salió a recibirlas, y como lo tenía todo hablado con su mujer, en seguida se entendió con Cristeta. A cuanto ella decía contestaba: Con usted no quiero ganar; en no perdiendo, lo que usted mande; como que es usted más buena que el pan. Al despedirse estaban de acuerdo.

La señá Rafaela se apresuró a despedirse de su protegido e hizo ademán de irse hacia su casa; pero en cuanto vio a Godofredo lejos, dio la vuelta hacia el café del Siglo, porque la picaba mucho la curiosidad. Romadonga entró efectivamente en el café del Siglo en tal estado de alteración que sorprendió a sus amigos.

Luego, volviéndose a , añadió: Ha sido mucha bondad en usted, Gilberto, venir expresamente a despedirse y alargó su delgada mano fría, buscó la mía y la estrechó fuertemente, mientras sus ojos se clavaban en con esa extraña mirada fija que sólo aparece en los ojos de un hombre cuando se encuentra al borde de la tumba. Es el deber de un amigo, Burton respondí con profunda solemnidad.

Habían llegado a su cuarto, y sentadas en las dos únicas sillas del aposento, hablaron de Salvador. Carmen, que ya tenía noticias de su partida, se maravilló de que no hubiera ido a despedirse de ella. Entonces se quedó Rita muy asombrada, y descubrió por primera vez una mentira de señorito. Aquí hay gato encerrado pensó, y trató de obtener de la muchacha alguna luz para alumbrar aquel misterio.

Lo hago porque están casi todas agotadas; pensando que es deber de padre no consentir que mueran sus hijos, aunque no sean tan buenos ni tan hermosos como él quiso engendrarlos; y también porque considero que el hombre tiene derecho a despedirse de la juventud recordando lo que durante ella hizo honradamente y con amor. Otra disculpa pienso que atenúa mi atrevimiento.

has sufrido un disgusto: bueno... pero tienes salud. ¿No sería peor que además te pusieras enfermo? Hay que pensarlo todo, mi queridín. La salud es lo primero... come bien, echa buenos tragos, ¡y anda adelante! que lo demás ya se olvidará... Gonzalo salió del Saloncillo sin despedirse, dejando al bueno de don Feliciano con la palabra en la boca.

Las preces de un hombre bueno son la más valiosa recompensa, contestó el anciano médico al despedirse. Son las monedas de oro corriente en la Nueva Jerusalén, con el busto del Rey grabado en ellas.

Y sin la señorita Bonnetable, que respiraba con ruido como para tragar una píldora enorme, se hubiera creído que no había pasado nada extraordinario. Al fin la situación se mejoró por completo en cuanto la inefable señorita Bonnetable se dignó levantarse para despedirse.

Media hora duró la conversación, y debieron de entenderse, porque al despedirse, don Juan decía: Marearle un poco, mucha conversación, nada de hacerle concesiones, de cuando en cuando una dedadita de miel... y, sobre todo, que lo sepa su mujer. Vaya usted descuidado: le voy a volver tarumba. <tb>