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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Cristeta vendía con amabilidad, sin hablar más de lo necesario; y en cuanto despachaba lo que le pedían, se ponía a leer, apoyada de codos en el mostrador, siendo su lectura favorita la de dramas y comedias. Apenas se estrenaba en cualquier teatro una obra, ya la tenía entre las manos: y como los ejemplares cuestan dinero y ella no lo gastaba, claro está que alguien se los prestaba.
Sonreíase otra vez la amiga de Sagrario al oír cómo ésta se despachaba, vuelta ya al pleno dominio de su carácter, y replicola: Eso dependerá de la calidad del amor... me parece a mí. No hay más que una calidad de amor repuso con ademán resuelto Sagrario , y el amor tonto, que no reza con nosotras.
Entonces, cuando la concurrencia era mucha y no alcanzaba la gente de mostrador adentro a servirla al punto, se alzaba ella poco a poco de su silla y despachaba también, con una mano sobre lo pedido, como garra de león sobre la carne palpitante, cuando hay quien le mire, y en la otra la calceta, hasta que veía en el mostrador, y bien contado con los ojos, el dinero que valía la droga aprisionada.
Autoricéle también para que descansara un rato mientras despachaba la frugal pitanza, y para que ayudara la digestión con algunos tragos de vino; pero a todo se negó: a lo del reposo, porque con las paradas así se «enfriaban los gonces y se perdía el buen caminar, y los buenos caminantes debían de descansar andando»; a lo de la bebida, porque la más sana y mejor para él era el agua corriente y fresca de los regatos que hallaríamos «a patás» en los puertos.
Si quedaban buñuelos de la víspera, los despachaba los primeros; al servir medias de aguardiente, cuando presumía que el gaznate del parroquiano estaba insensible, daba lo barato al precio de lo caro, y para los favorecedores constantes de la casa iba a buscar la pasta recién frita, humeante, en que aún no se habían bajado las burbujas del aceite hirviendo.
Era docto, virtuoso y laboriosísimo, y dice Cristóbal de Santisteban en el libro Mar de historias que le dedicó, que los dias del obispo parecian mas largos que las noches de Noruega, segun las cosas que hacia y despachaba.
Llegó en éstas á la barbarie, pues como no tenía nadie que le pusiese coto y en Madrid se le habían confirmado plenos poderes para ejercer como juez absoluto, se despachaba á su gusto de una manera brutal y cruel. Tal sucedió con una pobre mujer, que fué víctima de su señoría, y por un delito harto insignificante para la pena que sufrió.
Algunas veces se encargaba el mismo Raúl de la comisión y, escogiendo discretamente un momento en que Liette estaba ausente, entraba en el Correo a vaciar su morral y tragaba sin pestañear las interminables divagaciones de la viuda, que se despachaba a su gusto con aquel interlocutor complaciente... pero no desinteresado.
Guimarán madrugaba para correr a casa de Barinaga; estaba allí casi siempre hasta la hora de cenar, y esta necesidad material la despachaba en un decir Jesús, dando prisa a la criada, a su mujer, a las niñas. Ea, ea... menos cháchara, la sopa... que me esperan....
Medrano se presentaba después de mediodía, y el niño, vestido por las doncellas con traje de terciopelo negro, zapatos con virillas de plata, gorra morada, una lechuguilla fresca y un corto espadín, iba a despedirse de la madre. Ella le marcaba la crencha, con el peine, hacia un costado, según la manera española, y, haciéndole rezar un Ave y un Pater, le despachaba con un beso.
Palabra del Dia
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