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Actualizado: 22 de mayo de 2025
D.ª Fredes le miró con indulgencia y respondió que aunque se viese en la miseria jamás enajenaría al extranjero esta gloriosa colección. Con lo cual respiró libremente la tertulia. Se la felicitó calurosamente por su desinterés y patriotismo. Mario se había hallado en bastantes tertulias de todas clases, pero jamás viera una que se pareciese remotamente a la presente.
Veía aquel varonil semblante, inclinado sobre el señor Aubry, en tanto que le explicaba con voz cariñosa su rudo y múltiple trabajo, y las medidas que debía adoptar, para no aplazar el casamiento anunciado. ¡Qué alma más enérgica y amorosa descubría en él! Por un fenómeno singular, le impresionaba menos su desinterés que su pasión silenciosa semejante a un culto.
Nadie dudaba tampoco, aunque algunos lo aparentasen, de su recta intención y del completo desinterés con que trabajaba en este asunto. Las mismas mujerzuelas, que le engañaban, no osaban calumniarle, y si alguna lo había hecho, pronto fue categóricamente desmentida por sus compañeras. ¡Martín, te pido por Dios que no desbarres! exclamó llena de angustia D.ª Eloisa. Mujer, hablo de besos místicos.
Se prometió esperar a que estuviese sola para caer en su casa, sorprenderla y arrancarle el puñal de la mano. Guardó su impaciencia durante una hora larga, sin advertirlo. Amaba a la señora Chermidy como no había amado a su mujer ni a su hija. Sentía germinar en su cerebro ideas de abnegación, de solicitud, de desinterés, de humilde esclavitud.
Yo creo en el desinterés de todos y que en realidad se persigue mi dicha exclusivamente, sin preocuparse de que, de soslayo, alcance también a otros. Ahora bien: la casada he de ser yo, y nadie mejor que yo misma puede entender mi dicha.
También había soñado con esta felicidad en la noche anterior... Para él, la posesión era un compromiso sagrado, que le unía por siempre a una mujer, añadiendo la ternura de la gratitud al desinterés del amor. ¡El día que ella, de buena voluntad, se decidiese a hacerle feliz con algo más que sus besos...!
Habiéndole ofrecido compartir con ella una gran fortuna, ¿podía no llevarle más que una baja medianía? Seguramente, no dudaba que era amado por sí mismo, y acaso la noble joven experimentaría más gozo que tristeza al darle esta prueba de amor y de desinterés; pero él, un caballero, ¿debía aceptar? Por otra parte, jamás la de Candore, cuyos designios había penetrado, aprobaría semejante locura.
Si hasta entonces no había sido desconfiado ahora lo era; separándose de las regiones sentimentales a que lo conducía, a pesar suyo, el desinterés expresado por María Teresa, entró pronto en consideraciones que juzgó llenas de perspicacia.
Soy amigo viejo de tu familia, fuí condiscípulo de tu padre.... Oyelo bien: ¿sabes a quién debo la carrera? Pues a tu abuelo. Ya verás que no puedo venir a esta casa por interés. Mira, muchacho: no vuelvas a hablarme de eso. Pero, doctor.... ¡Qué pero ni qué peras! ¡Cuánto agradecí al facultativo su desinterés!
Y como el alma ama a Dios y todo está en Dios, el alma lo ama todo amándole. Y lo ama todo, no ya interesadamente, como lo amaba antes, sino con desinterés, porque quien tiene a Dios ¿qué más quiere ni desea? Así el alma ama a las criaturas como Dios las ama, y quiere que todas se vuelvan a Dios y le amen, y que el tesoro del amor divino sea para todas ellas.
Palabra del Dia
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