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Project Gutenberg's El tesoro misterioso, by William Tufnell Le Queux Author: William Tufnell Le Queux Language: Spanish Produced by Chuck Greif and the Online Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net I. El desconocido de Manchester II. Donde aparecen ciertos hechos misteriosos III. En el que se refiere una historia extraña IV. En el que se cruza por un terreno peligroso

Fiéle mi pena á un Arabe viejo, el qual me dixo: Hijo mio, no te desesperes; sábete que en tiempos antiguos habia un grano de arena que se dolia de ser un átomo desconocido en un desierto; andando años, se convirtió en diamante, y es hoy el mas precioso joyel de la corona del rey de las Indias. Dióme tanto golpe esta respuesta, que siendo grano de arena me determiné á volverme diamante.

Esto es delicioso, mas olvidé asegurar la vida de la pobre criatura, y tan sólo podrá subsistir por lo infinito de su número, por el exceso de su fecundidad. Ahora me hace falta un ser más prudente y resguardado. Desde el momento que aparecieron esos tímidos, se echaron en brazos de la prudencia hasta un límite desconocido; huyeron de la luz del día, encerráronse.

Ya estaba desconocido todo aquel interior, y aún continuaban transformándole por momentos las dos hadas de la casona.

En el mismo instante, un niño pequeño se aproximó a la puerta y avanzó su linda cabeza rubia, después la retiró, la volvió a avanzar como si hubiese buscado a alguien, vio al desconocido y en dos saltos se plantó en sus rodillas.

Lucy, hermana de mi abuelo, había sido abadesa de las Ursulinas de Mâcón, y en aquel tiempo iban a visitarla y a jugar en el convento los hijos pequeños de su hermano. No había pasadizo, jardín, celda ni escalera secreta que fuese desconocido por ellos.

Eran once horas sonadas», o bien: «El desconocido llevaba un pantalón corto y una capa del mismo color». Estas son unas donosas pruebas de su estilo de traductor.

Tan errantes parecían los movimientos de aquel hombre desconocido, que era posible que hubiera estado en Inglaterra cuando la muerte de Blair; si era así, entonces, mayores tenían que ser las sospechas que recayeran sobre él. Ansiaba febrilmente volverme a Londres, pero no podía hacerlo hasta no terminar por completo mis investigaciones.

Para formarse una idea de aquel tejido vigoroso de troncos, parásitos, lianas, enredaderas, todo ese mundo anónimo que brota del suelo de los trópicos con la misma profusión que los pensamientos e ideas confusas en un cerebro bajo la acción del opio, es necesario traer a la memoria, no ya los bosques seculares del Paraguay o del Norte de la Argentina, no ya la India misma con sus eternas galas, sino aquellas riberas estupendas del Amazonas, que los compañeros de Orellana miraban estupefactos como el reflejo de otro mundo desconocido a los sentidos humanos.

Motivos tengo para recordarlas desde que las , no hace tres días, en las justas del Garona. ¡Ah, señor León de Morel, tengo contraída con vos una deuda! y al decir esto señaló su hombro derecho, vendado con un pañuelo de seda. Pero la sorpresa del desconocido al ver al barón no pudo compararse con la de éste.