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Actualizado: 7 de julio de 2025


Subió después a la biblioteca, donde un clérigo, hermano de su abuelo, que pasó por sabio en vida, había dejado gran copia de libros, y comenzó a devorarlos. Leyó a Platón, a Descartes, a Santo Tomás, a Fenelón, etc. Se hizo sabio. Pero al entrar la luz de la ciencia en su espíritu, también se deslizó la duda. ¡Qué tormentos tan crueles le causó!

El mismo Descartes al consignar el hecho del pensamiento y de la existencia, echa mano de una verdad objetiva. «Lo que piensa existe» ó en otros términos: «Lo que no existe, no puede pensar

Sobre este particular, los escolásticos tienen en su favor á Platon, Aristóteles, san Agustin, san Anselmo, santo Tomás, Descartes, Malebranche, Fenelon y Leibnitz. Hay aquí cuestiones sumamente profundas que no pueden ser tratadas ligeramente.

Me parece que no, y procuraré demostrarlo. Rechacemos la doctrina de Gómez Pereira y de Descartes, quienes acaso intentaban disculpar con ella la voracidad y la crueldad de los hombres, que sin chispa de compasión comen vacas, carneros, cerdos, perdices y otros muchos seres animados, vivíparos y ovíparos.

Una observacion sobre el desarrollo de las facultades del hombre. CAPÍTULO XVI. Confusion de ideas en las disputas sobre el principio fundamental. Anomalías. Sus causas. Estado de la cuestion. CAPÍTULO XVII. La existencia del pensamiento. Principio de Descartes. Indemostrabilidad de la existencia. No todo se puede demostrar. Aplicaciones. Punto de partida de nuestros conocimientos.

A fuerza de descomponer, prescindir y analizar, Condillac y sus secuaces no hallan en el hombre otra cosa que sensaciones; por el camino opuesto Descártes y Malebranche, apénas encontraban mas que ideas puras, un refinado espiritualismo; Condillac pretende dar razon de los fenómenos del alma, principiando por un hecho tan sencillo como es el acercar una rosa á la nariz de su hombre-estatua, privado de todos los sentidos, excepto el olfato; Malebranche busca afanoso un sistema para explicar lo mismo; y no encontrándolo en las criaturas, recurre nada ménos que á la esencia de Dios.

Aquí ya nos hallamos no con un simple hecho, sino con una cuestion que cada filósofo resuelve á su manera: Descartes y Malebranche recurren á la veracidad de Dios; Locke y Condillac se atienen al desarrollo y carácter peculiar de algunas sensaciones.

La duda de Descartes fué una especie de revolucion contra la autoridad científica, y por tanto fué llevada por muchos á una exageracion indebida. Sin embargo no es posible desconocer que habia en las escuelas necesidad de un sacudimiento, que las sacase del letargo en que se encontraban.

Los dos ilustres filósofos llegaban á un mismo punto partiendo de principios muy diversos: Descartes estriba en razones metafísicas, fundadas en la esencia de las cosas; Leibnitz no se apoya en la esencia absoluta, sino en sus relaciones con la perfeccion divina. La capacidad vacía, no era contradictoria en sentir de Leibnitz, sino en cuanto se oponia al optimismo.

¿Veis á ese cuyos ojos centellean, que se agita en su asiento, da recias palmadas sobre la mesa, y al fin se deja caer el libro de la mano, exclamando: bien, muy bien, magnifico?.... ¿Notais aquel otro que tiene delante de un libro cerrado, y que con los brazos cruzados sobre el pecho, los ojos fijos, y la frente contraida y torva, manifiesta que está sumido en meditacion profunda, y que al fin vuelve de repente en , y se levanta diciendo: «evidente, exacto, no puede ser de otra manera....?» Pues el uno es Boileau, que lee un trozo escogido de la carta á los Pisones, ó de las Sátiras, y que á pesar de saberlo de memoria, lo encuentra todavía nuevo, sorprendente, y no puede contener los impulsos de su entusiasmo: el otro es Descártes que medita sobre los colores y resuelve que no son mas que una sensacion.

Palabra del Dia

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