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Dos bultos aguardaban afuera. Levanté el farol para reconocerlos antes de dejarlos entrar, y conocí ¡Dios misericordioso! a Neluco y a Chisco... También Canelo estaba allí, acurrucado. Entraron, me abalancé a ellos y los abracé casi llorando de alegría. ¡Pero en qué estado se hallaban! Chisco, macilento, desalentado, con la cabeza vendada y un brazo en cabestrillo.

Cervantes permaneció en Sicilia á las órdenes del duque de Sesa, aunque no tardó en dirigirse á España, ya por su natural deseo de regresar á su patria, ya desalentado al ver el escaso premio que merecían sus servicios, con cuyo objeto pidió licencia en el verano de 1575. Concediósele, en efecto, y honorífica en alto grado.

¡Pues bien... decididamente, huyo el cuerpo a ese santo lazo... estoy desalentado! ¿Por qué? ¡Porque cuanto más observo, más me convenzo de que ya no hay niñas honradas, y, por consecuencia, no puede haber tampoco fieles esposas! ¿Qué ha dicho usted? Digo, que ya no hay mujeres honradas... al menos en nuestra clase... es una especie desaparecida.

El bohemio creyó ver á un cirujano hablando con suficiencia de los misterios de la voluntad ante un cadáver. ¡Qué sabía de la vida este pedante interpretador de documentos muertos!... Cuando se cerró la puerta fué al encuentro de su amigo, que volvía desalentado. Argensola ya no tenía por loco al doctor Julius von Hartrott.

Los de don Quijote le desvelaron de manera que despertó a Sancho y le dijo: -Maravillado estoy, Sancho, de la libertad de tu condición: yo imagino que eres hecho de mármol, o de duro bronce, en quien no cabe movimiento ni sentimiento alguno. Yo velo cuando duermes, yo lloro cuando cantas, yo me desmayo de ayuno cuanto estás perezoso y desalentado de puro harto.

Una vez en Manila, andrajoso y enfermo, fué de puerta en puerta ofreciendo sus servicios. ¡Un muchachito provinciano que no sabía una palabra de español y por encima enfermizo! ¡Desalentado, hambriento y triste recorría las calles llamando la atencion su miserable traje! ¡Cuántas veces no estuvo tentado de arrojarse á los piés de los caballos que pasaban como relámpagos, arrastrando coches relucientes de plata y barniz, para acabar de una vez con sus miserias!

¡Ahora! arguyó Quilito desalentado, ¡imposible! ¿Y por qué no? todo está en buscar comprador... conque, hijo mío, manos a la obra; tu vieja tía ha de salvarte.

Eran tardes de dulce tristeza, en las que se compenetraban aquellos dos hombres: el uno, soñando con salir de la cárcel de piedra de la catedral para ver el mundo; el otro, de regreso de la vida, herido y desalentado, contento del obscuro reposo de la hermosa ruina y guardando con prudente silencio el secreto de su pasado.

La Inquisición no te tocará, no te acusará á ti. ¿No es verdad, padre, que la Inquisición no se atreverá á ella? Las últimas palabras del tío Manolillo eran un rugido amenazador. ¡Dejadme! exclamó el padre Aliaga ¡dejadme, y que Dios tenga piedad de los tres! Y salió desalentado.

El carruaje paró ante la iglesia de la imagen famosa, atravesando la Plaza de la República; la República de Begoña, que aún conservaba esta denominación de los tiempos forales. Aresti, guiado por su acompañante, entró en la casa del cura para ver á éste, inmóvil en un sillón, desalentado y tembloroso ante la proximidad de la muerte.