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Sobre los restantes del gremio ha pasado ya el prosaico rasero que nivela y confunde y amontona clases, lenguas y aspiraciones. La filosofía lo aplaude y lo ensalza como una conquista. Hace bien, si tiene razón; pero yo lo deploro, porque el arte lo llora. ¿Es posible me decía la culta dama que una persona de cierta educación se resigne á vivir en la soledad de una aldea?

Esta soberbia mía y el benigno afán de conceder yo venturas, sin pena para , sino tal vez con deleite, han sido la causa de no pocos extravíos y ligerezas que deploro. La gente me calificará de mujer galante y enamorada.

Llega a Buenos Aires, se presenta al gobierno de Rosas, encuéntrase en los salones con el general Guido, el más cumplimentero y ceremonioso de los generales que han hecho su carrera haciendo cortesías en las antecámaras de palacio; le dirige una muy profunda a Quiroga: «¡Qué! Paz me ha batido en reglaQuiroga deploró muchas veces después no haber dado oído a las proposiciones del mayor Paunero.

Yo deploro que San Pedro en Roma y las catedrales de Burgos, de Toledo y de Sevilla en España, tengan que convertirse en ruinas para que no se rece en latín, que ya casi nadie entiende, y para que en aquellos antiguos y obscuros santuarios penetre de lleno la luz y venga a animarlos la vida.

Acaso la comparación con Hércules hubiese agradado á Roussel, pero el ser asimilada con las Amazonas extrañó singularmente á Clementina, quien por vez primera empezó á sospechar que un académico podía muy bien ser un imbécil, y deploró que esta desagradable excepción recayese precisamente en su familia.

Cané alguna razón para incurrir en esas omisiones: sea, pero confieso que no alcanzo cuál puede ser. Lo deploro tanto más cuanto que por las páginas escritas, se deduce con qué humour para emplear esa intraducible locución se habría ocupado de toda aquella literatura. Hay, pues, que contentarse con los rápidos bocetos que nos traza. Pero el Sr.

Que estoy decidida a regalaros ese molino, Mathys. El intendente lanzó un grito de alegre sorpresa, y tomó entre las suyas la mano de la condesa. ¡Ay, señora, qué generosa sois! dijo . Ahora ya no deploro todo lo que he hecho por vos. ¿Me dais entonces el molino de agua con la granja? ¿Irrevocablemente, en plena propiedad?

Lo que es el chaud-froid, por culpa de la gelatina que le envolvía y por lo frío que estaba, le dio mucho asco y no consintió en llevársele a la boca. Don Ambrosio perdió con esto los estribos; no acertó a contenerse y deploró en mi presencia con acerbas frases la ingénita ordinariez de su hija, que no gustaba sino de alboronía, chanfaina, pepitoria y sobrehúsa de bacalao.

También flotaban sobre él las nieblas, como en el monte por donde habíamos subido, y también lo deploró Neluco, porque me impedían gozar del espectáculo admirable, que tanto me había ponderado Chisco a su modo. Pero ¿qué podía faltarme de ver en punto a panoramas, después de los que había visto con el Cura desde muy cerca de allí?

De aquí que al amor ideal, al amor exclusivo y único, que iba a brotar en mi alma, por primera vez y como flor tardía, le corté yo las alas antes de que remontase el vuelo. Juan Maury se ha ido. Yo no le censuro. Ha hecho bien. Ni él podía darme ni yo podía exigirle amor constante y para siempre. Deploro el amor ahogado antes de nacer, mas no el que ya vivía y ha muerto.