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Actualizado: 4 de mayo de 2025
23 Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios del cual yo soy, y al cual sirvo, 24 diciendo: Pablo, no temas; es necesario que seas presentado delante de César; y he aquí, Dios te ha dado a todos los que navegan contigo. 25 Por tanto, oh varones, tened buen ánimo; porque yo confío en Dios que será así como me ha dicho; 26 con todo, es necesario que demos en una isla.
Y ¿será bien que demos aldabazos para que nos oyan y nos abran, metiendo en alboroto y rumor toda la gente? ¿Vamos por dicha a llamar a la casa de nuestras mancebas, como hacen los abarraganados, que llegan, y llaman, y entran a cualquier hora, por tarde que sea? -Hallemos primero una por una el alcázar -replicó don Quijote-, que entonces yo te diré, Sancho, lo que será bien que hagamos.
Al encontrar a Maltrana saludábalo invariablemente con el mismo ofrecimiento: «Le invito a que demos un paseo...». «Muchas gracias contestaba aquél ; es a lo único que usted convida.» Sentía Isidro contra este señor una hostilidad irresistible.
Quizás no demos todo el fruto conveniente; pero flores ya hay; y viéndolas y admirándolas, aunque el fruto no responda a nuestras esperanzas, obligados nos sentimos todos a conservar y cuidar el árbol». B. Pérez Galdós Madrid, enero de 1901. Tomo I La heroica ciudad dormía la siesta. El viento Sur, caliente y perezoso, empujaba las nubes blanquecinas que se rasgaban al correr hacia el Norte.
No hay que quejarse de Buenos Aires, que es grande y lo será más, porque así le cupo en suerte. Debiéramos quejarnos antes de la Providencia y pedirle que rectifique la configuración de la tierra. No siendo esto posible, demos por bien hecho lo que de mano de Maestro está hecho.
La veo con frecuencia, casi todos los días, desde que vivimos en la «Villa Sol». Viene a buscarme, sola o acompañada, para que demos un paseo por los bosques, y creo que la aburro, mientras que ella me intimida, lo que hace que apenas cambiemos palabras y menos aún pensamientos.
La gatita de Mari-Ramos se escapó por el tejado, en amor y compaña de un gato pizpireto, que olía a almizcle y que tenía la mano suave. Demos tiempo al tiempo y no andemos con lilailas y recancanillas. Es decir, que mientras los amantes apuran la luna de miel para dar entrada a la de hiel, podemos echar, lector carísimo, el consabido parrafillo histórico.
Demos que para una transgresion está señalada la pena de diez mil reales; dos hombres han incurrido en ella, y ambos tienen de que pagar; pero el uno es opulento banquero, el otro un modesto artesano. El banquero se burla de los diez mil reales, el artesano queda arruinado. ¿Es igual la pena? No por cierto; mas ¿cómo quiere V. remediarlo?
Pues no; no hay que pensar en ello; ¿con que es decir que se nos lleva la dama más hermosa de palacio, que se nos pone á la cabeza de la compañía más brava de nuestros ejércitos, que nos hacemos los ciegos ante un homicidio intentado por él y todavía queréis que le demos el hábito de Santiago? No haríais más que doblárselo, señor, pues lo tiene ya. ¡Cómo! ¿pues quién se lo ha dado?
Vamos a buscar a don Braulio por todas partes dijo ; Dios querrá que demos con él. Doña Beatriz le quiere: es incapaz de faltarle. Yo le convenceré de la inocencia de doña Beatriz. ¿Quién será el autor del infame anónimo? Alguna malvada mujer. ¡Dios mío! ¡Qué horror! No me lo perdonaré nunca si ocurre alguna desgracia.
Palabra del Dia
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