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Actualizado: 28 de junio de 2025
A los argumentos más hábiles, respondía con impasible dolor: No vale la pena, señor L'Ambert; hay demasiada miseria en este mundo. ¡Bah, amigo mío! la miseria fue instituida por Dios, que la creó para excitar la caridad de los ricos y la resignación de los pobres. ¿Los ricos?
Uno de ellos es la corrupcion original del hombre, y los estragos que esta corrupcion produce en el entendimiento y en la voluntad. ¿Semejante doctrina es acaso muy á propósito para inspirar demasiada confianza? ¿Los libros sagrados no estan llenos de narraciones en que resaltan la perfidia y la maldad de los hombres?
Estos varones fuertes han dado á conocer que, disciplinados y armados como corresponde, no tenian que envidiar á las tropas veteranas mas aguerridas. Es verdad que se les ha notado poca obediencia y demasiada inclinacion al pillage, pero estos defectos dimanaron por la falta de disciplina y del mal egemplo que les dieron sus comandantes y oficiales.
Al examinar las muchas estátuas que siembran estos silenciosos lugares, he notado que la demasiada asistencia, el demasiado esmero y el excesivo aliño de que aquí son objeto todas las cosas, quitan á las concepciones artísticas el encanto del arte, el aura indefinible y deliciosa que lo rodea en otros países.
Diré que fue una joven excelente; que se casó a gusto de sus padres, con un hombre que le convenía y que fue modelo de esposas y de madres, sin otra flaqueza que estar un poco templada a la antigua y tener demasiada afición al tresillo. Todo esto es muy bueno para un epitafio; pero es menester convenir que es muy sosito para una novela.
Puede usted hacer algo mucho mejor, aunque este escrito le colocaría a usted en un buen rango de cualquier clase de cierta importancia. Aníbal experimentó demasiada pesadumbre; no tuvo bastante confianza en el pueblo que le esperaba en armas al otro lado del mar. Adivinaba el contraste de Zama me dirá usted. Pero su derrota no se debió a su impericia.
En todos los actos de la vida, en todas las disposiciones de la mente, había querido ser digno de ella, y esa obra de preservación le había sido fácil hasta aquel día. Si la duda lo había mordido alguna vez, el espectáculo de la maldad se le había aparecido con demasiada crudeza, sólo con pensar que aquella criatura de amor existía, sentía retemplarse su fe. ¡Y había muerto! ¡Muerto!
Ella posee tus huesos, tu sangre, tu savia y tu calor representado cada uno de esos elementos por tal ó cual de sus hijos. Y ella tiene lo que á ti te falta, la demasiada plenitud y el exceso de fuerza. Su aliento produce no sé qué alegría, actividad, espíritu creador, lo que podríamos llamar heroísmo físico.
Y es que el joven, viendo las claras señales que ella daba de arrepentimiento, las pruebas un tanto humillantes de su simpatía hacia él, no se apartase de la obediencia, no la siguiese jamás ni buscase ocasión de encontrarse con ella en el paseo. Esto, a la larga, iba irritando su amor propio. Parecía que aquel señor tomaba con demasiada afición el papel contrario.
Tras esto suelen poner en dudas sus esperanzas á los príncipes cuyos ánimos tienen ya penetrados, diciéndoles que tienen escogidos medios para conseguir sus intentos, y que tengan efecto sus pensamientos; pero cuando ya ellos han sacado su interés propio, considerando que la demasiada grandeza de aquel príncipe les pudiera ser algun dia de perjuicio y daño, alargan lo mas que pueden la práctica de aquel negocio, como hacen los abogados en los pleitos, y despues con destreza y maravilloso artificio, volviendo la hoja, deshacen y arruinan totalmente aquel negocio al cual ellos habian dado principio.
Palabra del Dia
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