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Odiado por sus enemigos, lo era también por los mismos á quienes gobernaba y defendía, pues aparte de su dureza y despotismo no le perdonaban los azotes y las torturas con que les había obligado á pagar su propio rescate, las dos veces que los ingleses lo habían hecho prisionero. Su residencia era una sombría fortaleza de sólidas murallas y con alta torre almenada en su centro.

Sólo el P. Jacinto, que amaba tiernamente á don Fadrique, le defendía de las acusaciones y quejas de los otros frailes.

Romagné se defendía como un gato panza arriba contra estas tentativas de corrupción; pero hubieron de descargar tantos golpes sobre su espeso cráneo, que acabaron por abrir en él un pequeño orificio por donde penetraron las ideas falsas, y se fueron apoderando de su cerebro. También acudieron las damas, de las cuales conocía L'Ambert muchísimas en todas las capas sociales.

El duque transigía, en cierto modo, con el espíritu moderno: había comprado bienes nacionales, lo cual le hacía relativamente liberal; era individuo de varios consejos de administración de sociedades de crédito; viajaba con billetes de libre circulación; defendía las instituciones; hablaba del turno pacífico, y se llamaba conservador.

De vuelta hácia casa, hemos presenciado cierto alboroto, acaecido en una taberna de la calle de Richelieu. Dos suizos empezaron á discutir sobre religion. El uno era del canton del Tesino, y defendia el culto católico. El otro era de uno de los cantones protestantes, y defendia el culto reformado.

El Nacional, asustado por la indignación de la madre de Gallardo y conmovido por las lágrimas de Carmen, que lloraba silenciosa, ocultando su cara tras un pañuelo, se defendía torpemente. Pero al escuchar las últimas palabras, se irguió con gravedad sacerdotal.

Aquel encanto de los ojos, aquel prodigio de color, remedo de la naturaleza sonriente, encendida por el sol de Mediodía, empezó a perder terreno, aunque el pueblo, con instinto de colorista y poeta, defendía la prenda española como defendió el parque de Monteleón y los reductos de Zaragoza.

Durante algunos siglos ese pueblo ha ofrecido al mundo un extraño contraste: miéntras que defendia con ardor su libertad é independencia, daba el escándalo infamante de sus capitulaciones y enganches para suministrar regimientos de mercenarios á casi todos los tiranos ó déspotas de Europa.

Y con palabras cada vez más fuertes estrechaba a Luis, pretendiendo obligarle a que aceptase su solución. El señorito se defendía con la angustia del que se ve acorralado. Te ofuscas, Fermín decía. Yo veo más claro que ... Y para salir del paso, pretendía dejar la conversación para el día siguiente.

Maltrana, no diga disparates interrumpió Ojeda, algo amoscado . Aunque, en verdad, no por qué hago caso de sus afirmaciones. Mañana dirá usted todo lo contrario. Cada vez que hemos hablado en Madrid defendía usted una opinión diversa... Conozco esta enfermedad de la gente pensante.