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Actualizado: 5 de julio de 2025
A la mañana siguiente, a las ocho, despertaron a Bonifacio diciéndole que deseaba verle un señor sacerdote. ¡Un sacerdote a mí! Que entre. Saltó de la cama y pasó al gabinete contiguo a su alcoba; no puede decirse a su gabinete, pues era de uso común a todos los de casa.
No era posible que en Cuba se ignorara quién fue Martí, cuál fue su obra y cuál su representación entre nosotros. Desde los más humildes desde el punto de vista de la inteligencia hasta los que pueden decirse próceres de esa inteligencia, muchos han hablado entre nosotros de aquel que por antonomasia se ha llamado el Maestro.
Confieso que yo también quisiera ser Rey por doce horas. Pero cuidado, Raséndil, con tomar su papel muy por lo serio. No me admira que Miguel el Negro pareciese hoy más negro y tétrico que nunca, visto que usted y la Princesa parecían tener tantas cosas que decirse. ¡Qué hermosa es! exclamé. Prescindamos de ella dijo Sarto. ¿Está usted pronto a partir? Sí contesté con un suspiro.
Los progresos sucesivos del castellano fueron obra esclusiva de sus poetas, que lo pulieron y ornaron, imprimiéndole esos giros elípticos, valientes y atrevidos que lo caracterizan, que llevan en sí el sello de la inspiracion poética. Puede decirse que Calderon y Lope de Vega han hecho mas por el idioma castellano que toda la Academia Española desde su fundacion.
En esto se funda lo que suele decirse de que un hombre y un caballo no hacen dos, sino uno y uno: porque entonces se presentan al entendimiento el hombre y el caballo, nó por lo que se parecen, sino por lo que se diferencian; y solo forman número cuando se ofrecen al espíritu bajo una idea comun.
No quiero seguir ponderando aquí y recapitulando todo lo que en alabanza de los jesuítas puede decirse y se ha dicho hasta la extinción de la Orden en el siglo pasado.
De todas suertes, y fuera lo que fuera de Heine y de la Joven Alemania, él estaba que ardía... y a tanta ciencia y poesía y contacto de piernas, sólo se le ocurría contestar lo que, sin saberlo él, Nepomuceno, contestaba aquel personaje de la comedia titulada: «De fuera vendrá...». Quiere decirse, que al tío mayordomo no se le venía a la boca más que la solemne promesa de futuro, pero muy próximo matrimonio.
Quiere decirse... bailando con él.... Yo no recuerdo... tal vez... ¡Infame!... ¡Fermín... por Dios, Fermín! Ana dio un paso atrás. Silencio... no hay que gritar... no hay que hacer aspavientos... yo no como a nadie... ¿a qué ese miedo?... ¿Doy yo espanto, verdad?... ¿Por qué? yo... ¿qué puedo? yo ¿quién soy? yo... ¿qué mando? Mi poder es espiritual.... Y usted esta noche no creía en Dios....
Y todo esto le acontecía parado, siendo objeto de la curiosidad de los que pasaban y cruzaban, que no podían menos de decirse: ¿Qué acontecerá al cocinero mayor? Y Montiño no se acordaba de que había dado á Quevedo la carta y de que Quevedo no se la había devuelto.
Dos épocas distintas puede decirse que atravesó Lázaro mientras estuvo en casa de su tío.
Palabra del Dia
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