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Actualizado: 14 de julio de 2025
Así se hizo al alborear el nuevo día. Los nombres de los expedicionarios eran los mismos que me había dado Facia pocas horas después de haber salido de Tablanca la expedición. A Chisco, que no estuvo presente en «las juntas», se le dio por «conforme», y se le avisó con las debidas precauciones para no alarmar a su amo.
Y se fue derecho a la botica donde, por haber hallado a los dos Pérez solos, les informó, con las debidas atenuaciones de caridad, de lo mal que andaban sus negocios en Peleches. A don Adrián le faltó poco para desmayarse. La tribulación del boticario
Y así como los campos revelaban la prosperidad general en sus terrenos bien cultivados y en sus innumerables aldehuelas y cortijos, así también las ciudades españolas testificaban del brillo y poderío de la nación en sus monumentos imperecederos, obras públicas grandiosas debidas á la unión de sus ciudadanos y á su sentimiento de la belleza, que prueban en tan alto grado la cultura y el espíritu de los pasados siglos.
Las damas lacienses sabían perfectamente lo que se debían a sí mismas y estaban dotadas de un sentimiento harto delicado de las leyes del buen tono para exhibirse en días que no fuesen feriados. Y aun en éstos no lo hacían sino tomando las debidas precauciones.
Las opiniones que acaban de exponerse, debidas á los hombres de ideas más avanzadas y más serios del día, no son inconciliables con las que profesaba hará cosa de treinta años, Geoffroy Saint-Hilaire, sobre el mucus general, de donde parece que la Naturaleza extrae toda su vida. «Es dice aquel sabio, la sustancia animalizable, el primer grado de los cuerpos orgánicos.
El es bueno y generoso para todos, empero más benéfico, al parecer, más simpático para las criaturas menos distantes de la vida natural, para la inocente niñez que sufre los pecados de sus padres, para las mujeres, víctimas sociales, cuyas principales faltas son debidas á su facultad de amar, y que, menos culpables que nosotros, llevan, no obstante, sobre sí la parte más grande del peso de la vida.
De niña la conocimos recibiendo las caricias de Guzmán; y también sabe el lector, bajo la fe de nuestra palabra, que tres años después todo había crecido en ella con prodigioso equilibrio: lo físico y lo moral, las perfecciones del cuerpo y las del alma. Pues a los diez y ocho era eso mismo, en las debidas proporciones.
»Enumero estas circunstancias, que son hijas del acaso y no debidas a mi propio mérito, considerando que con este patrimonio, con la nobleza de mi estirpe, y con la protección de los que me aman puedo escalar la cumbre de la carrera de la diplomacia, a la que me he consagrado. »Caballero: tengo el honor de pedir a usted la mano de su hija, la señorita Magdalena de Avrigny.»
No obstante, como el hombre se habitúa a todo, hasta a la enfermedad, hasta a las conferencias del Ateneo, los vecinos de Sarrió, al cabo de algunos días se habituaron al peligro. Comenzaron a salir de sus casas, cerrada ya la noche, si bien con las debidas precauciones. El primero que se aventuró fué Marín.
Celebróse esta victoria con festivas aclamaciones de Viva el Rey; é iluminándose la ciudad por tres noches, se rindieron al Todo-Poderoso las debidas gracias, manifestándose la alegria con todos aquellas señas con que acredita el amor, la sinceridad del afecto.
Palabra del Dia
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