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Actualizado: 14 de noviembre de 2025
Ya ves interrumpió la abuela, que cumplo con mi deber tratando de influir sobre ti en favor del matrimonio. Sí, le cumples demasiado bien. En esto eres de la opinión de Dionisio de Halicarnaso, que, compulsando las antiguas leyes de Roma, ha descubierto una que obligaba a los jóvenes al matrimonio.
El deber, un deber penosísimo, le obligaba a desatar el lazo que con tal anhelo aspiraba a hacer indisoluble. Godofredo guardaba silencio sobre la naturaleza del deber que le obligaba a faltar a su palabra. La carta cayó como una bomba sobre la familia Sánchez.
Mucho me placería practicar y aprender con tan gran maestro, dijo el doncel, pero mi deber me obliga á seguir á mi señor, por lo menos mientras dure la guerra. ¡Guerra, guerra! ¡Siempre lo mismo! exclamó Pisano.
¡Miren la chiquilla, que recoge mis palabras para traérmelas a la cabeza!... Y bien, señorita, ¿no obro yo con arreglo a la ley de Dios? ¿Me ves hacer mal al prójimo, despojar a la gente o calumniar a la virtud? ¿No vivo yo como una persona honrada y celosa de su deber?... ¿Qué tienes que objetar?...
No parecía sino que se reconocía culpable a medias de los efectos que en mí había hecho nacer y que una especie de deber heroico le aconsejaba sufrirlos, le recomendaba, sobre todo, procurar la curación de ellos.
Por desoírle, decía la infeliz, había faltado a la ley de Dios, y por esta falta había venido el castigo de sus desventuras; desventuras que ella había sufrido, aunque con muchas lágrimas, sin una sola queja. Era su deber.
Se hubiera dicho que absorber sus tragos de cerveza constituía para ellos un deber fúnebre, que desempeñaban con afligente tristeza.
Pero como quiero cumplir con mi deber a pesar de todo, quiero verte aceptar dócilmente, al lado de tus estudios sobre las solteronas... Aquí la abuela se encogió de hombros con expresión de supremo desdén. ...Un examen atento de las proposiciones de matrimonio que se te puedan hacer... Abuela, me habías prometido... Te he prometido no influir en tu resolución definitiva, sí, Magdalena.
Y como niega también la distinción entre lo bueno y lo malo, la moral que le parece una disciplina sub-humana y atrasadísima, y el deber que en la moral se funda, nadie acierta a comprender, y en este punto el Sr.
La escena, en que se encuentran de nuevo los dos amantes en una situación tan dramática, está escrita con toda la perfección y ternura de afectos, de que era capaz el pincel de Calderón, y conmueve hasta admirarnos el principio de este cuadro, que ha de representar la lucha entre el deber y el amor en el corazón de Serafina.
Palabra del Dia
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