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La incompatibilidad de caracteres es lo más deplorables de la vida conyugal. Y suele nacer de nimiedades, de intolerancias, de tozudeces insustanciales. Una mujer díscola es inaguantable. Hay que ser como la cera, dócil al moldeo, que al fin el moldeador suele adquirir el carácter de lo moldeado.

Hasta me parece que la regaló algunas fruslerías, demostrando en todos sus actos el deseo de tenerla contenta; sin duda por esta misma complacencia oficiosa mi ama estaba díscola y regañona cual nunca la había yo visto. No era posible transacción honrosa.

, señor; lo mismo la hija del Marqués ó del Conde, que la del médico ó el abogado y la del artesano ó el campesino, así la doctora en amor de la metrópoli, como la tétrica de la ciudad sedentaria, y la díscola lugareña, todas hablan con el novio por el balcón, por la reja baja, por el tejado, por las rendijas de la puerta, por la tapia del huerto á la luz del sol, á la de la luna, á la de los faroles y á ninguna luz: ¡á la faz de los transeuntes, cuando los padres son gustosos, y de media noche para abajo, entre la una de la madrugada y el amanecer, cuando se opone la familia!

Esta sola diferencia hacía comprender la diversa procedencia de los tripulantes, pues mientras unos eran marineros de pura raza, llevados allí por la matrícula o enganche voluntario, los otros eran gente de leva, casi siempre holgazana, díscola, de perversas costumbres, y mal conocedora del oficio.

La enfermedad alteró el carácter de Pilar, y se hizo caprichosa, díscola y regañona; tenía antojos estrafalarios, como el que se le ocurrió un día, de hacerse llevar por el patio en un carro de mano, que servía de distracción a Jacintito, el niño de Gregoria, tirando de él su marido, a guisa de caballo; y accesos de mal humor tan violentos, que llegó, una vez, a arrojar por la ventana una taza de manzanilla, porque tenía demasiado azúcar.

lo debes de saber... bien cerca vivías. Mujer, yo no hablo por todos repuso Teresa amainando por el temor de que su díscola compañera le sacase a relucir el acompañamiento nocturno de Donato Rojo, el médico de la Sanidad, sólo digo que los hay muy brutos... Bueno, pues déjalos en paz y no te acuerdes de ellos, que ellos tampoco se acuerdan de ti.

Pero á la verdad, lo siento por el contingente de Vinchester que manda mi noble amigo de Butrón, pues según noticias y señales, es gente díscola y la han corrido en grande estos días. Á ver, dad orden de que recen todos un padrenuestro y un avemaría mientras esperan la señal de ataque.