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Estas tablas las ponen colgadas todos los días de mañana y tarde a la puerta de la iglesia, y al entrar el cofrade saca el hilo que corresponde a su nombre, y así se sabe los que asisten o faltan a la misa o rosario.

Estas eran grandes, blancas, muy lindas al llegar, como arañas de cristal con ricas girándulas, y en las que los rayos del sol producían tan variados matices que brillaban cual si fuesen pedrerías. ¡Ay! ¡qué diferencia al cabo de dos días! Afortunadamente que la arena se hundía y las enterraba.

Este camino subía apoyándose en las gruesas raíces de los árboles, constituyendo una escalera de desiguales tramos, metida en un túnel de ramaje. En verano, las hojas lo cubrían por completo. En los días calurosos de Agosto se podía dormir allí a la sombra, arrullado por el piar de los pájaros y el rezongar de los moscones.

Dije entre : "Verdad dice éste, que me cumple avivar el ojo y avisar, pues solo soy, y pensar cómo me sepa valer." Comenzamos nuestro camino y en muy pocos días me mostró jerigonza. Y como me viese de buen ingenio, holgábase mucho y decía: "Yo oro ni plata no te lo puedo dar; mas avisos para vivir, muchos te mostraré."

Iba con frecuencia a Las Tres Rosas, por ser los géneros baratos, y Juanito, insensiblemente, recogiendo hoy una palabra y uniéndola con otra tres días después, se enteró de quién era. Llamábase Antonia.

Así, pues, se pliegan á todo, prometen amistad, alianza; pero, al cabo de algunos días, huyen, desaparecen, ¿Qué sentimientos les animan respecto á los exploradores? No es difícil adivinarlo. En su camino irán diciendo á las tribus errantes cuánto hay que desconfiar del hombre blanco. De esta manera se cierran las puertas del mundo. Lo que sigue es bien lúgubre.

»Cuando el señor cónsul y los cuatro marineros que habían presenciado el crimen nos trajeron la noticia a bordo, el más antiguo de los tenientes de navío, que había sucedido al excelente oficial que habíamos perdido, hizo evacuar las personas y las mercaderías de las factorías europeas, y comenzamos un fuego graneado contra la ciudad que la convirtió en cenizas en menos de dos días.

Llegaron después de cuarenta días de camino á los pueblos de Zamucos, que hallaron totalmente desiertos; en busca de ellos fué solo con los indios el P. Castañares, y hasta ahora no se sabe en qué ha parado.

Veía las épocas antiguas con la misma claridad que la presente, y al hablar de los grandes hombres de Grecia y de Roma, parecía que hablaba de amigos íntimos que acababan de morir pocos días antes. Aquel venerable anciano era una enciclopedia siempre a disposición de los que querían consultarla en el pueblo.

Ramón Pérez, después de la muerte de su padre, que acaeció algunos meses después de la partida de María, no había podido resistir al deseo de ir también a la capital, siguiendo los pasos de la ingrata, que le había sacrificado a un desaborido extranjero. Emprendió, pues, su marcha, y volvió al cabo de quince días, trayendo consigo: Primero: un caudal inagotable de mentiras y fanfarronadas.