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Actualizado: 4 de junio de 2025
Pasó por debajo del arco que comunica el palacio con la catedral y entró en la parte más desahogada y esclarecida de la travesía. Un reverbero de aceite engastado en la esquina servía para iluminarla toda. El cuitado hacía inútiles esfuerzos, secundado por la gran mariposa de hoja de lata, para enviar alguna claridad a los confines de su jurisdicción.
Pero no estaría seguramente, porque eran las once de la noche, y el señoritingo no entraba ya nunca antes de las doce o la una... ¡Quién lo había de decir; pero quién lo había de decir...!, aquel cuitado, aquella calamidad de chico, aquella inutilidad, tan fulastre y para poco que no tenía aliento para apagar una vela, y que a los dieciocho años, sí, bien lo podía asegurar doña Lupe, no sabía lo que son mujeres y creía que los niños que nacen vienen de París; aquel hombre fallido enamorarse así, ¡y de quién!, ¡de una mujer perdida...!, pero perdida... en toda la extensión de la palabra.
Llegó un día, no obstante, en que el cielo y la tierra le desampararon. Arrojado de todas partes, sin tener un pedazo de pan que llevarse a la boca, ni ropa con que preservarse del frío, comprendió el cuitado con terror que se acercaba el instante de pedir limosna.
¡Pobre D. Frasquito... cuitado, alma de Dios! exclamó Nina cruzando las manos . Yo me temía que parara en esto... ¡Valiente estantigua! dijo la Juliana . ¿Y a nosotros qué nos importa que ese viejo pintado se chifle o no se chifle? ¿Sabéis lo que os digo? Pues que todo eso proviene de las drogas que se pone en la cara, lo cual que son venenosas y atacan al sentido. Ea, no perdamos el tiempo.
Pues, estando en tal aflición, cual plega al Señor librar della a todo fiel cristiano, y sin saber darme consejo, viéndome ir de mal en peor, un día que el cuitado ruin y lacerado de mi amo había ido fuera del lugar, llegóse acaso a mi puerta un calderero, el cual yo creo que fue ángel enviado a mí por la mano de Dios en aquel hábito. Preguntóme si tenía algo que adobar.
Está el cuitado como adolecido desde que tuvo el primer anuncio, que fueron las luces de la Santa Compaña. ¿Vió a la Santa Compaña? Sí la vió.... Era una hueste muy luenga de ánimas en pena, todas vestidas de blanco. Pareciósele de noche en el Campo de la Iglesia. ¡Allá, en Viana!
Don Marcelino puede entregarse sin recelo á sus paseos ordinarios; reina la mayor seguridad de dia como de noche; y así el cuitado elector va olvidando la escena de los campanillazos, gritos, garrotes y puñales. Ocúrresele entre tanto hacer un viaje, y necesita su pasaporte.
Cuando el canónigo, ansiando retirarse, preguntó a don Felipe si podía decentar, desde luego, el asunto de la pesquisa, el cuitado señor tardó un buen rato en darse cuenta de la consulta. Meneó, por fin, la cabeza afirmativamente y le dijo que ponía, del todo, en sus manos aquella delicada misión.
Años antes se había comido los últimos restos de su fortuna. El destino que con grandes fatigas pudo conseguir de González Bravo, se lo quitó despiadadamente la revolución; no gozaba cesantía, no había sabido ahorrar. Quedose el cuitado sin más rentas que el día y la noche, y la compasión de algunos buenos amigos que le sentaban a su mesa.
No oye misa, y eso que ningún trabajo le costaba, puesto que podría oírla sin salir de casa. ¿No será un hipócrita? ¿No continuará tan apóstata como antes? ¿Salvará su alma? Mi señora Emperatriz y mi señor don Restituto respondió el Padre Alesón , ¿les merece confianza mi dictamen? ¿Sí? Pues helo aquí, por lo sucinto: Belarmino es un cuitado; Belarmino carece de alma racional.
Palabra del Dia
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