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Actualizado: 7 de julio de 2025
Debo ser prudente, gentleman; el gobierno tal vez me vigila. Fíjese: ¡amigo de usted y amigo de Gurdilo!... Hay más de lo necesario para que me encierren en una prisión. Pero volveré; yo le traeré noticias. Cuente con que mi amigo el profesor de Física no hará nada contra usted aunque se lo mande el gobierno.
Pero dejadme que os cuente, sin interrumpirme, sin asombraros, oigáis lo que oigáis, y concluiremos más pronto. Y me alegraré, porque no me acuerdo de haber estado en circunstancias tan apremiantes en toda mi vida. Pues al asunto.
Es muy sensible encontrarse a su edad en la precaria situación que ella se encuentra. Yo quisiera ser bastante rica para restablecer su fortuna; pero es muy poco lo que puedo distraer de las atenciones de mis hijos. Deseo consignar en este diario cuanto ella me cuente de notable.
Es el calor de la pasion ardiente, que les dá nuevo encanto... ¡Qué! ¿no recuerdas que me has dado un beso? Mas deja que te cuente cuánta locura me forjé de niño; deja que haga volver á mi memoria el delirio sin fin de aquel cariño.
Era el eterno predominio de la voluntad sobre el capricho, y de la razón sobre la insensatez. «Esperando que vuelva Nina indicó tímidamente la señora , he pedido a Botín... No piense usted más en la Nina, Doña Paca, ni cuente con ella aunque la encontremos, que ya lo voy dudando. Es muy buena, pero ya está caduca, mayormente, y no le sirve a usted para nada.
El rico estudiante no le dejó terminar y le estrechó la mano. Cuente usted conmigo, cuente usted conmigo y á la fiesta de nuestra investidura convidaremos á estos señores, dijo señalando al cabo y al alguacil. Vox populi, vox Dei. Hemos dejado á Isagani arengando á sus amigos.
Me chupo los dedos, amigo Araceli, con la noticia. Allá voy de cabeza. Mi señora madre duerme como una piedra, y no advierte mis escapatorias. Pero lo advertirán las hermanitas. Ellas lo saben, y me impulsan a salir para que les cuente lo que ocurre por ahí durante la noche. También voy al teatro.
Harto lo ha probado su ruina; pero además, bastará con que yo, enlazando los rotos recuerdos de mi niñez, te cuente mi modo de vivir en Madrid, para que entiendas que lo mejor, quizá lo único que pudo hacer mi padre, fue dejarme confiada a D. Acisclo. Hasta que cumplí cinco años, viví en casa de una señora, que parecía medianamente acomodada, y que se llamaba doña Francisca.
Hay quien, al oír el relato, tiene una sensación así como la de estar escuchando a un explorador que cuente sus aventuras en tierras totalmente ignoradas... Fuera de España, ni los hombres le dan tanta importancia a las mujeres, ni las mujeres le dan tanta importancia a los hombres. Unos y otras han averiguado que se necesitan mutuamente y han decidido ponerse de acuerdo.
Aprovechando la ocasión en que los demás hablaban entre sí, me dijo en voz baja: Don Seferino, si alguna vez le hase farta un hombre..., ya sabe usté..., ¡un hombre!..., cuente usté conmigo. Aunque había cierta vaguedad en él, acaso por esto mismo me hizo profunda impresión el ofrecimiento. Eso de necesitar un hombre ¡era tan enérgico! Dormí aquella noche bastante agitado.
Palabra del Dia
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