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Actualizado: 10 de junio de 2025


No prolongaremos la relación circunstanciada de lo que hablaron aquella noche padrino y ahijada. Acostose Isidora pensativa y D. José se retiró muy entusiasmado a su cuartito. Durmiose como un serafín, y soñó que estaba en la contaduría de una casa grande, donde había catorce empleados y más de cien libros. Ingresos y gastos ascendían a millones; pero todo iba al pelo.

Arreglose después prontamente y salieron de casa poco antes de las nueve para oír misa en la Encarnación. Habitaba nuestro matrimonio un cuartito bajo en la plaza de Oriente, amueblado con elegancia y provisto de todas las comodidades compatibles con su fortuna, que desde hacía algún tiempo iba prosperando lindamente. Cirilo trabajaba firme.

Entra, entra dijo a la pitillera. Esta entró. El cuartito estaba en desorden; recogida la almohadilla de los encajes; había un baúl abierto y ya casi colmado, y los cuadros de lentejuela y estampas devotas, que solían adornar las paredes, faltaban de ellas. Hola... ¿parece que vamos de viaje? preguntó Amparo.

Es una vergüenza, pero no puedo contenerme: , aquí, en este cuartito, he vivido soñando... ¡qué ilusiones! ¡para llegar a esto!... ¡en marcha y tener valor! Salió, descendió de puntillas y miró por los vidrios de la puerta del comedor a don Pablo Aquiles, de espaldas, sentado; tenía la cabeza sobre la mano, y esta mano pasaba, de vez en cuando, por sus ojos y por su frente.

Luego pasaron al tocador, un cuartito en el que la luz de la ventana, después de resbalar sobre la luna biselada de un gran espejo, quebrábase en el cristal azulado o rosa de las polveras y los frasquitos de esencia. La pieza no era un modelo de curiosidad y delataba el desorden de una casa donde falta dirección.

Pues ahora no encuentro sitio aquí cerca... Aguarda un poco... aguarda... Podríamos bajar la despensa al sótano y quedaba un cuartito, que bien arreglado, acaso serviría... Lo que hay es que no comunica con estas habitaciones. Tendrías que cruzar el pasillo. ¡Qué importa eso! Fueron de nuevo al comedor y se sentaron en el mismo rincón.

Cuando entro en mi casa y veo al portero en su cuartito bajo, comiéndose unas sopas de ajo con la portera, ¡me da una envidia...! Quisiera mandarle a mi principal y quedarme yo en la portería, aunque tuviera que barrer el portal todas las mañanas, limpiar los metales y lavar la escalera de arriba abajo... Si es lo que digo, me vendría bien encerrarme en un convento y no acordarme más del mundo.

Para poner en ejecución aquel plan de reserva de que hablara al principio, mandole tomar un cuartito modesto. No por economía, pues bien podía él pagar una casa como la que Santa Cruz pagaba; era por recato.

Palabra del Dia

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