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Actualizado: 21 de julio de 2025
Me parece que puedo dejar esperar sin peligro al inquisidor general. Entre tanto el cocinero mayor había metido en el cofre su contenido, le había cerrado y metióse cuidadosamente la llave en el bolsillo. ¡Eh, hostelero! dijo llamando; y cuando apareció éste añadió : decid á los dos lacayos y á los dos soldados que están abajo que suban.
Después de tomar mi bebida caliente, me acerqué de nuevo al escritorio de mi amigo muerto, y lo examiné cuidadosamente para ver si tenía algunos cajones secretos.
Hase dicho, sin embargo, que no hay hombre grande para su ayuda de cámara, y no se libraba el gran Robinsón de esta ley general de las ilustres celebridades. Consistía, pues, una de sus secretas flaquezas en teñirse cuidadosamente la barba, blanca ya por completo, para ponerla al nivel de su todavía abundante cabellera, que se conservaba negra como las alas del cuervo.
Cerró cuidadosamente la puerta que teníamos apenas entreabierta, y pasando por el interior de la casa llegamos a la puertecilla de atrás, junto a la cual estaban los caballos. En torno del pabellón había un camino destinado a los coches. ¿Tiene usted a mano el revólver? preguntó Sarto. No, quiero caer sobre ellos espada en mano repliqué. ¡Diantre!
Ruiloz ocultó cuidadosamente su amor, pensando que ni la situación de aquella familia ni el poco tiempo que en su amistad llevaba le permitían por entonces otra cosa; pero este mismo forzoso secreto sirvió de incentivo a su deseo. Entre tanto, la enfermedad de Clotilde volvió a agravarse, precisamente cuando el balneario se iba quedando desierto.
Al inscribir en su lugar correspondiente los papeles que encerraba el secreter de monseñor, encontré un billete cuidadosamente doblado, el cual contenía esta firma: Judit, bailarina de la Opera. ¡Correspondencia entre una bailarina y un obispo!
De tal modo, que parecía evitar cuidadosamente por medio de una conversación varia e interesante que Mario tuviese ocasión para decirle a qué había venido. Pero éste se mostraba a cada instante más taciturno. Bruscamente le dijo: Godofredo, necesitaba hablarte algunos instantes a solas. Tú me dirás a qué hora puede ser. ¿A solas? preguntó el terso joven, ruborizándose de nuevo. ¿Por qué a solas?
Juan González le será siempre agradecido. ¿Quisiera usted darme, Padre Ministro, una carta o papel de recomendación? El Padre Hurtado tomó una cuartilla, la partió cuidadosamente en dos, guardando una mitad para uso futuro, y trazó en el papel breves renglones. La metió dentro de un sobre, lo cerró y dirigió, y lo entregó a Juan González.
Hay que perdonarla replicó Maxi con humorismo , porque no sabe lo que se hace... Y si la fuéramos a condenar, ¿quién le tiraría la primera piedra? Vamos ahora a los pericos, que ya están alborotados. «La lógica exige su muerte pensaba Rubín colgando cuidadosamente una jaula en que había muchos nidos . Si siguiera viviendo, no se cumpliría la ley de la razón».
Palabra del Dia
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