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Actualizado: 25 de mayo de 2025
Siéntese usted un momento, que le voy a hacer otra pregunta. ¡Ave María Purísima!... ¿con qué caballero? Con aquel que se murió de repente... Cállese, cállese o le pego... No, si yo no lo creo ya. Lo creía; pero como fue la indecente de Aurora quien me lo dijo, ya dejé de creerlo... sólo que tenía un poquito de duda. Aquí donde usted me ve, yo, al lado de ella, soy un ángel.
¡Mis confidencias, señora! No puedo comprenderla. A excepción de la señorita de Porhoet, nadie en el castillo ha recibido de mí, ni la sombra de una confidencia. ¡Ay! respondió quiero creerlo... lo creo... pero no es bastante. En el mismo instante entró la señorita Helouin, y todo quedó concluído.
Si me amaba, no sabía expresarlo, o yo era incapaz de sentirlo. Esta es la verdad. Y si sus actos no eran determinados por el amor, había que suponerlos hijos de otro sentimiento bien distinto. Autoriza a creerlo así el hecho de que todos los consejos que entonces me dio se dirigían a hacerme mujer elegante y distinguida; ni uno solo a hacerme honrada.
También está V. en su derecho; si le repugna creerlo, nada, nada, por mí no se violente V. Es que yo...
Cuando llegue ese día dijo Manuel , he de cavar un hoyo delante de ti, José, y veremos si te convenzo de que no hay tal. ¿Y qué pica en Flandes habrás puesto, si no hallas carbón? le dijo su madre . ¿Acaso crees que lo hallarás si lo buscas sin creerlo?
Y ¿es posible que en pocos instantes haya crecido esa hierba? Nunca podré creerlo. Pues te repito que antes no había nada en ese terreno. ¿Nos ocultará alguna desagradable sorpresa? Mucho me lo temo, Cornelio. El matorral de que hablaban estaba formado por veinte o treinta matojos puestos en fila, y distaba menos de cien pasos de ellos. Pues yo, tío, voy pronto a aclarar ese misterio.
No, no me engañas otra vez. ¡Buen pájaro estás tú!... Ya no creo nada de lo que me digas. Por la bendita luz, verdad ser... Rayo del cielo matar mí, si n'gañar ti... ¡Coger diniero, mocha diniero! ¿Cuándo? Cuando quiriendo tú. A ver... Aunque no he de creerlo, dímelo pronto. Yo dar ti p'peleto... ¿Un papelito? Sí... Poner tú punta lluengua... ¿En la punta de la lengua?
En realidad, había visto lo mismo que Atilio: grandes ganancias seguidas de pérdidas mayores; pero experimentaba la necesidad de lo maravilloso, y estaba dispuesto á creerlo todo de antemano. Tenía el alma del fanático, que cuando le cuentan un milagro afirma á los pocos días con sinceridad: «Yo lo vi con mis ojos.»
¡No! prorrumpió el joven, levantándose de un salto y casi en actitud de desafío. ¡No es así! ¡Yo no puedo creerlo, jamás lo creeré!... Esas fueron sus ideas, cierto; pero sobre sus ideas de muerte, más alto, más potente, debía estar y estuvo, el pensamiento de la vida y del amor. A mí tampoco me habría costado nada darme la muerte antes de conocerla. Yo tenía razones para odiar la existencia...
Ella vive en la calle de la Pasión, ignoro el número; es en una casita vieja, muy baja, de revoque amarillo, con un zapatero en el portal, y que hace esquina a la Ribera de Curtidores. Yo también me resistí a creerlo; pero tuve que rendirme a la evidencia. ¿De modo que le ha visto Vd. entrar allí con ella o ir a buscarla? Sí, señorita; varias veces.
Palabra del Dia
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