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Actualizado: 12 de julio de 2025
Esteven marchaba derecho a su objeto, imperturbable; despertada su codicia con el manejo de intereses, cuya tercera parte le correspondía, parecióle poco esto y quiso apoderarse de todo: muchas noches pasó en vela, con la visión de aquella fortuna que tenía en sus manos, y que estaba obligado a repartir; tonto sería él si desperdiciaba la ocasión de enriquecerse, de realizar su sueño dorado, tan a poca costa.
A la gran barbarie del mar correspondía la barbarie de su servidor el marino; a la brutalidad del elemento salobre, la brutalidad humana. En aquella época, un marino volvía a su rincón con un anillo en la oreja, una pulsera en la mucheca y una cacatúa o una mona en el hombro.
Y prorrumpió en lamentaciones sin fin, diciendo que el difunto no había cumplido con sus promesas ni con su deber; que ella no ambicionaba nada para sí, sino pedía lo que de derecho correspondía a aquel inocente, que ninguna culpa tenía de su triste origen.
Ahora, lo inmediato; el acto varonil, digno de un padre, que correspondía a aquella noche, era... despertar a Emma, enterarla de todo». Pero Emma despertó sin que nadie se lo rogase, y Bonis no tuvo tiempo para atreverse a abordar la cuestión del secreto descubierto: su mujer le insultó, como en los tiempos clásicos de su servidumbre, porque estaba allí papando moscas.
Laudate Dominum omnes gentes... Magnificentia opus ejus, manet in aeternum. Al llegar al santuario nos descubrimos y rezó don Sabas en alta voz, y en voz alta le contestarnos nosotros lo que nos correspondía. El rezo fue breve, y en latín la mitad de él.
Era una de tantas señales de su orgullo. No se le escapaba á Manolo esto, ni tampoco que aquella reunión, compuesta de gente ruda, no correspondía á la calidad de su persona ni á la educación que había recibido; pero todo lo sufría con tal de hallarse cerca de Soledad. Quizá no habría mentira en decir que era relativamente feliz.
Yo había retenido el lecho de abajo; así, me llamó la atención, al llegar a la división que me correspondía, ver instaladas ya dos personas. Eran un hombre de barba blanca, de unos 60 años de edad, y una niña de 20, esbelta, de facciones agradables y finas.
En lo sucesivo me aislé mucho. Menos que a nadie me correspondía a mí interrumpir coloquios de los cuales debía resultar la inteligencia de dos corazones muy lejos sin duda de conocerse. Iba lo menos posible al hotel D'Orsel; era tan insignificante ya el papel que yo representaba en medio de los altos intereses que allí se cruzaban que no ofrecía ningún inconveniente el hacerme olvidadizo.
Así que echaba a un lado esta tarea metíase en la trastienda oscura, grasienta, pringosa, con un olor a hojaldre que derribaba, y sentándose a una mesa que correspondía en un todo al decorado del recinto, se ponía a jugar la copa de Jerez y los pasteles al dominó con su íntimo amigo D. Baltasar Reinoso, uno de los muchos propietarios de cuatro o cinco mil pesetas de renta que residían en Lancia.
Le habían acogido las gentes con una cortesía algo glacial, pero tranquila e inmutable, como a un gran señor forastero, y él correspondía a este respeto golpeando al más infeliz de todos ellos, al que por su debilidad era considerado con una benevolencia paternal por todos los payeses del distrito. ¡Muy bien, mayorazgo de Febrer!
Palabra del Dia
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