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Actualizado: 12 de julio de 2025


Y consta que cuando se puso de tribunal magestuoso en aquel gran teatro del Tabor, si quiso que le asistiera la mansedumbre de Moisés no quiso que le faltara asesora la ardiente espada del celo de Elías, y compuso misteriosamente en propio toda la suavidad y blandura del sol con todo el claro rigor de la nieve: Resplenduit facies ejes sicut Sol; vestimenta autem ejus facta sunt alba sicut nix x apparuerunt illis Moisés, & Elías.

Mas como la distancia, aun en la Luna y el Sol que son luceros tan bellos y tan puros, sino pone en la verdad, equívoca a lo menos, no que raridades por manchas, no parecerá de ser del todo ocioso el hacer demostración para todos que esta polilla vil del judaismo no destruye sino el paño que la crió; que este fuego no echa ni una llama ni un ardor, ni un leve humo fuera de su selva para abrasar, ni aun tiznar otra hierba alguna, ni este contagio pestilente saca ni sacó jamás el pie fuera de su barrio o su calle, porque como es maldición que sobre , sus ascendientes se echaron ellos mismos: Sanguis ejus super nos, & super filios nostros.

Estaba gordo como un lechonazo de cría y encendióse en lo interior; de manera que aun cuando no llegaban las llamas, ardían sus carnes como un tizón; y reventando por medio, se le cayeron las entrañas como a Judas. Crepuit medius difusa sunt omnia viscera ejusEsta lectura bárbara producía siempre efecto.

Era la misa de San Ramón Nonnato, elegida para la circunstancia; y cuando el celebrante pronunció «ejus nobis intercessione concede, ut a peccatorum vinculis absoluti...», parecióle que las cadenas de dolor que ligaban a la pobre virgencita que aún entonces se la representaba como tal el capellán se rompían de golpe, dejándola libre, gozosa y radiante, con la más feliz maternidad.

«Mis queridos hermanos, apprehendi te ab extremis terræ et a longinquis ejus vacari te; elegi te, et non abjeci te; ne timeas, quia ego tecum sumComo el auditorio se componía de sencillos habitantes de la baja Bretaña, este exordio hizo poco efecto.

Laudate Dominum omnes gentes... Magnificentia opus ejus, manet in aeternum. Al llegar al santuario nos descubrimos y rezó don Sabas en alta voz, y en voz alta le contestarnos nosotros lo que nos correspondía. El rezo fue breve, y en latín la mitad de él.

Y para que nada falte a la idea, tampoco faltó allí la mano de un hombre que tomaba la pluma, o la regía: Et manus hominis sub pennis ejus. ibi.

Dominus Francisquitus cum Carlota ejus sedebat in aureo rincone. ¡Oh quantum erat inflammata Carlota propter vinum!». Conticuere omnes, decía al narrar la ceremonia, y luego contaba cómo había jurado D. Francisco poniéndose de rodillas y extendiendo la mano sobre el crucifijo; cómo le había abrazado el Rey, cómo había el Infante besado la mano de Cristina y de la Princesa.

Después se descubrió la cabeza, cuyos cabellos grises flotaron en el aire; elevó al cielo la mirada y la mano con sombrero y todo, y exclamó con voz solemne y varonil que vibraba con extraño son en el silencio imponente de aquellas alturas majestuosas: Excelsus super omnes gentes, Dominus, et super coelos... gloria ejus.

Palabra del Dia

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