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Actualizado: 4 de octubre de 2025
El interior corresponde á la que anuncia su gallarda presencia de fuera, y participa tambien del gusto poco cristiano de su fachada. En el cuadro del altar mayor aparece Napoleon, á quien nosotros no teniamos noticia de que se hubiera canonizado: bien es verdad que tambien le hemos visto en Milan, coronando una de las elegantes agujas de su magnífica catedral.
Vivos deseos sintió Quintanar por un momento de echar raíces y ramas, y llenarse de musgo como un roble secular de aquellos que veía coronando las cimas del monte Areo. «Vegetar era mucho mejor que vivir».
Dios... están vivos. Este grito se extinguió en su boca, que permaneció sonriente: cerró los ojos como si durmiese: súbitamente un aire de inmortal juventud, se extendió sobre su fisonomía, que se puso desconocida. Tal muerte coronando tal vida, contiene en sí enseñanzas de las que he querido llenar mi alma. Supliqué que se me dejara solo con el sacerdote en aquel cuarto.
Coronando el edificio, y sobre la aguja mas alta, se destaca impalpable y aérea la estatua de la Virgen, fundida en bronce, esbelta y admirable; su actitud atrevida revela un gran pensamiento, apénas tocan sus delicados piés el ligero pedestal que la sustenta; se lanza á los aires, toca apénas la tierra y esconde su cabeza en las nubes, es la corona del templo.
Más allá, parados, con los pies cruzados, un pucho coronando la oreja, medio perdido entre una mecha rebelde que se escapa del sombrero descolorido y ajado, están los gauchos pobres y menos considerados, con sus chiripás rayados, sus camisetas de percal y sus rebenques colgados en el mango del facón, atravesado en la cintura y que asoma por sobre el culero fogueando por el lazo o por bajo el tirador, cuando más sujeto por una yunta de bolivianos falsos.
Este, de pie, con su barba plateada y levemente ondulosa como la de los ermitaños de tragedia, con su calva central guarnecida de abundantes mechones canos, con su alta estatura, un tanto encorvada ya, se le figuraba la ancianidad clásica, adornada de sus atributos, coronando la cima de los tiempos. Y el patriarca, a su vez, creía ver en aquella buena moza el viviente símbolo del pueblo joven.
El gentío trepó a las escaleras, cabalgó en el caballete de los bastiones, invadió los palcos de los comisionados, y se extendió coronando las alturas vecinas; por los troncos de los mástiles se encaramó más de un granuja, resuelto a dominar la situación.
Las sombras del crepúsculo empezaban a cubrir la ciudad, mientras que la bella y colosal estatua de bronce dorado, emblema de la fe, que se enseñorea en lo alto de la Giralda, resplandecía a los últimos rayos del sol, radiante y ardiente como la gloria de los grandes hombres que la pusieron allí, coronando la inmensa basílica.
Palabra del Dia
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