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Actualizado: 26 de junio de 2025
Una guirnalda de flores primorosamente tallada en el mármol coronaba esta inscripción. «Lo que más sorprende en Aldeacorba es el espléndido sepulcro erigido en el cementerio, sobre la tumba de una ilustre joven, célebre en aquel país por su hermosura. Doña Mariquita Manuela Téllez perteneció a una de las familias más nobles y acaudaladas de Cantabria, la familia de Téllez Girón y de Trastamara.
De allí pasaron á hablar de venganzas misteriosas, y naturalmente de hazañas frailunas contando cada uno las proezas de los respectivos curas de sus pueblos. Una cuarteta, en grandes letras negras, coronaba el friso de la sala y decía: De esta fonda el cabecilla Al público advierte Que nada dejen absolutamente Sobre alguna mesa ó silla.
Devoró la injuria Pilar, como devoraría en tales circunstancias otra más fuerte aún, y sólo pensó en el elegante viaje que con tanto lucimiento coronaba sus expediciones veraniegas.
Eran los primeros días del mes de Febrero. El frío era intensísimo. Un manto de nieve cubría en torno la tierra y coronaba a trechos con blancos penachos las erguidas y sombrías copas de robles, abetos y pinos. Rara vez abandonaba Poldy la abrigada habitación del castillo, donde apenas tenía más persona con quien conversar que su hermano el conde Enrique.
Las columnas sostenían un frontón adornado con un escudo de armas gigantesco. La balaustrada se coronaba con enormes pináculos rematados por esferas. Detrás escalaba el espacio la cúpula del templo, de un gris de globo hinchado, rematada igualmente por pináculos y bolas, lo que la daba cierto aspecto de pagoda chinesca.
Otro círculo de algas coronaba su peluca bermeja, y entre esta peluca y las barbazas de inflamado color ensanchábase el rostro rubicundo, carrilludo, granujiento, una cara de borracho perseverante y bondadoso como las que se ven en las muestras de las cervecerías. Apoyábase al andar en un tridente que tenía varias sardinas ensartadas.
Toda la ladera que hacía frente a los cerros aparecía surcada de trabajos de tierra, sin que desde la falda hasta cerca del picacho que coronaba la cumbre quedara en la vertiente un trecho de cien pasos en que no hubiera trinchera-abrigo, pozo de tirador o empalizada de cestones, para disparar a mansalva.
Inclinada la rubia pedigüeña sobre la especie de ruleta que coronaba la caja de hojalata, impulsaba con su dedito la aguja, chillando de regocijo cuando se detenía en un número, ya ganase, ya perdiese.
La granada tomaba las proporciones de una colosal esfera, y la rajadura, una risa infernal, por donde se escapaban brasas y llamas. Por primera vez Basilio se dejaba llevar del espanto y perdía su sangre fría por completo. Simoun, entretanto, atornillaba sólidamente un curioso y complicado aparato, ponía el tubo de cristal, la bomba, y coronaba el todo con una elegantísima pantalla.
Hubiérase dicho que meditaba un crimen, y también que lo había decidido, cuando, dando un fuerte puñetazo en el brazo de la poltrona, se levantó de repente. El espejo que coronaba la chimenea reflejó entonces su fisonomía descompuesta, y al verse allí retratado tuvo uno de esos miedos solitarios, pueriles, que cortan de un solo golpe a la audacia sus alas gigantescas.
Palabra del Dia
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