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Actualizado: 11 de julio de 2025
Apretóle cariñosamente la mano a la de Martínez, diciéndole: «¡Querida mía!», y manifestó a la García Gómez su desolación profunda por no haberse encontrado el día antes en casa cuando estuvo esta a visitarla. Coraje me dio al ver su tarjeta... Hubiera deseado que charlásemos un rato... Quiero que seamos amigas...
Figúrese usted, señora añadió dirigiéndose a Doña Francisca para obtener su benevolencia , que salimos de Cádiz para auxiliar a la escuadra francesa que se había refugiado en Algeciras, perseguida por los ingleses. Hace de esto cuatro años, y entavía tengo tal coraje que la sangre se me emborbota cuando lo recuerdo.
Además, ¿cómo podía sentir las mismas preocupaciones que él? ¿Llegaría á entenderlas si su padre se las exponía?... Era inútil esperar nada de este danzarín gracioso buscado por las mujeres; de este bravo de frívolo coraje, que exponía su vida en duelos para satisfacer un honor pueril.
Los viracochas son señores de lo nuestro, porque nos hemos envilecido hasta el punto de que en nuestras almas ha muerto el coraje para romper el yugo. Esclavos, bailad y cantad al compás de la cadena. Esclavos, bebed en vasos toscos, que los de fino metal no son para vosotros.
Una de estas alcanzó a una mujer y la detuvo en su camino, obligándola a retirarse con la mano en un ojo. Muchos chiquillos se retiraron también berraqueando, porque el dolor les enfriaba los ánimos, dando al traste en un punto con todo su coraje. El barranco de Embajadores, que baja del Salitre, es hoy en su primera zona una calle decente.
Pero éste, ciego de coraje, se venía sobre nosotros viento en popa. Al llegar a tiro de fusil, orzó y nos descargó su andanada. En el tiempo que medió de uno a otro disparo, la tripulación, que había podido observar el daño hecho al enemigo, redobló su entusiasmo. Los cañones se servían con presteza, aunque no sin cierto entorpecimiento, hijo de la poca práctica de algunos cabos de cañón.
Y el «hijo» encontraba en su coraje o en su vivo ingenio de andaluz un recurso para salir del mal paso. Al explorar el Almirante las costas de la América Central, que él tomaba por las de Asia, quedábase en sus naves, y era Diego Méndez el que bajaba a tierra para adquirir noticias y acopiar víveres.
Un brindis vino a salvarme entonces; pude levantarme, y al darme vuelta descubrí un grupito limitado, pero escogido... botellas de jerez que el viejo había escondido detrás de una cortina... Substraje dos sutilmente, y, sin más demora, me puse a la tarea de ingurgitar coraje. La cosa tardaba en llegar, porque yo aguanto bien el vino, señores; pero, en fin, llegaba.
Permaneció inmóvil hasta que salió de su error; pero se le escapó un grito de angustia y se puso a temblar murmurando: Valor y energía; y ya tiemblo y palidezco al solo pensar en su aparición. Se dejó caer en una silla. Sin duda una confianza nueva iba penetrando en ella, porque una sonrisa de reto se dibujó lentamente en sus labios, mientras una chispa de coraje brilló en sus ojos.
Y para llegar hasta ella, el héroe no había tenido que combatir el obstáculo del fuego, que se salva con sólo un impulso de coraje... Su firmeza y su paciencia habían sido tan grandes como su valor ante los océanos que desalientan por su inmensidad; las montañas que crecen y se repiten así como se va avanzando por sus rugosidades; los bosques obscuros y laberínticos, en los que se pierden la luz del sol y las huellas de los pasos; las llanuras desoladas que no terminan nunca.
Palabra del Dia
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