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Actualizado: 18 de junio de 2025
Yo estoy seguro añadí , de que esto no puede durar: apuesto doble contra sencillo a que dentro de poco los hombres de unas y otras islas se han de convencer de que hacen un gran disparate armando tan terribles guerras, y llegará un día en que se abrazarán, conviniendo todos en no formar más que una sola familia». Así pensaba yo. Después de esto he vivido setenta años, y no he visto llegar ese día.
Voy a poner aquí algunas de estas dudas según se me vayan ocurriendo. Y voy, además, a presentar varias enmiendas o modificaciones a la doctrina sobre la humanidad ascendente, tal como el Sr. Gener la profesa, a fin de que, si al cabo nos dejamos convencer y la aceptamos, sea modificada o enmendada, según a mí me parece más razonable y equitativo.
Era doña Inés aficionadísima a disertar y a convencer a sus oyentes y contradictores cuando disertaba. Si por algo se dolía de haber nacido mujer, era por no poder transformarse en predicador o en catedrático.
¡Pobre Pérez! ¡Era español, como de treinta años, y se tenía por bello, por valiente y por muy entendido en achaques de ordenanzas de policía! ¡Casi no había buena cualidad atribuida por los hombres de una época a los que vivieron en otra, que él, con una modestia verdaderamente infantil, no se las atribuyera y tratara de convencer, a los pocos con quienes tenía contacto en el mundo, que verdaderamente las poseía!
Sigue adelante el médico, y el paciente toma de nuevo su tono oratorio, tratando de convencer al tronco de un árbol. Porque la escena pasa en un gran patio cuadrilongo, cerrado por altos muros sin resalto ni relieve alguno que puedan facilitar la evasión.
Por este lado, los vaticinios de Maravillas se cumplían bastante bien: las malicias resultaban donde las había puesto él; por otro, el éxito había sobrepujado a sus esperanzas: el periódico fue una bomba en cada casa, particularmente en las de «los chicos de la redacción», que se espantaron al pasar la vista por el artículo programa, motivo de indignación y de escándalo hasta para el más tibio de los villavejanos. ¡Qué no sería para los pobres chicos que con sus firmas se habían hecho solidarios de aquellas empecatadas doctrinas? ¡Cómo convencer a nadie de que habían sido engañados y sorprendidos?
Pero la tabernera cada día se mostraba menos dispuesta á ella. Á cuantas reflexiones la hacían contestaba resueltamente: No se cansen ustedes: yo no vivo ya con ese hombre. Achacábanlo todos á terquedad, porque, en efecto, era apretada de sienes como una aragonesa, casi imposible de convencer cuando se apoderaba de ella una idea.
Trabajillo parece que costó convencer al populacho de que aquel charlatán ensartaba disparates. Así lo refiere el autor anónimo del ya citado manuscrito. Después de nueve años y medio de gobierno, y cuando menos lo esperaba, fué el virrey desairosamente relevado con el futuro conde de Superunda en julio de 1745.
Formáronse dos grupos a respetable distancia el uno del otro. Y donde todo era antes alegría y expansión reinó súbito silencio lúgubre y amenazador. Los de un grupo trataban confidencialmente de convencer a Grass de que no era sensato ofenderse por las palabras de un badulaque como Timoteo.
Viendo que no se las daban, preguntó, inclinándose a la ventanilla y con voz áspera: ¿A dónde? Ambos se miraron indecisos. A Miguel se le ocurrió por fin decir: Atocha, 145. Era la mayor distancia que halló. Abrigaba el designio de ir a otra parte, pero era necesario convencer a la generala.
Palabra del Dia
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