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Una gran masa de carne humana formaba en extenso círculo, salpicado de gran profusión de juepes que daban más humo que luz: una mesa ante la cual se encontraban tres apuntadores llamados á relevarse unos á otros, cuatro bancos corridos para los comediantes, estando á la derecha ellas y á su mano contraria ellos, y las sillas presidenciales de los maridables Tintay y Tenten formaban el cuadro.

También se podría sostener que el ruido de unas botas nuevas anima al que las lleva y le impulsa a continuar su camino... Dicen que sirve como de bocina para avisar a los carros que vengan en dirección contraria, y es indudable que al ruido de unas botas nuevas cabría atribuirle asimismo un objeto muy semejante... Yo me he pasado horas y horas oyendo la voz de los carros gallegos.

Hay, hermano cura, que la pobre Carmen, mi sobrina, está enamorada, muy enamorada, y ya no puede disimularlo ni tener tranquilidad: está enferma, no tiene apetito, no duerme, no quiere ni hablar. ¿Es posible? pregunté yo alarmadísimo, porque temí una revelación enteramente contraria a mis esperanzas. ¿Y de quién está enamorada Carmen, puede decirse?

Volvió a echar fuera una cantidad increíble de lengua, y luego se puso a decir en voz baja: «Feo, feo...» hasta treinta o cuarenta veces. Esta apreciación, que no era contraria a la verdad ni mucho menos, nunca había inspirado a Rubín más que desprecio; pero en aquella ocasión le indignó tanto, vamos... que de buena gana le hubiera cortado a Papitos toda aquella lenguaza que sacaba.

Sea moderado tu sueño, que el que no madruga con el sol, no goza del día; y advierte, ¡oh Sancho!, que la diligencia es madre de la buena ventura, y la pereza, su contraria, jamás llegó al término que pide un buen deseo.

Quintanar pasó a la convicción contraria; se le antojó que bien podían ser las ocho, se vistió deprisa, cogió el frasco del anís, bebió un trago según acostumbraba cuando salía de caza aquel enemigo mortal del chocolate, y echándose al hombro el saco de las provisiones, repleto de ricos fiambres, bajó a la huerta por la escalera del corredor pisando de puntillas, como siempre, por no turbar el silencio de la casa. «Pero a los criados ya los compondría él a la vuelta. ¡Perezosos!

Ni remotamente se me ocurrió mortificar poco ni mucho a los naturales de un país enemistado con el nuestro en aquellos trágicos días. La demencia patriótica que nuestros vecinos llaman chauvinisme es tan contraria a mi manera de sentir, que me tengo por libre de tal enfermedad ahora y siempre.

Verdad es que el Asesor, á quien mandó egecutar la devolucion, se ha resistido, por parecerle contraria á la humanidad y al derecho de gentes, y á lo que, antes de recibir regalos, dispuso el mismo Gobernador en las instrucciones que dió al Comandante del Presidio de Borbon.

Allí se practica en toda su pureza el sencillo principio democrático: los hombres son todos perfectamente iguales en su libertad de hacer todo lo que no violenta ó contraría el derecho de los demas. Y como el tránsito, el comercio, la industria, la enseñanza, etc., son hechos inocentes, hay libertad entera para viajar, comerciar, trabajar, instruirse, etc.

Mas como el frío era intenso, los transeuntes no se apresuraban a pasar a la acera contraria en busca de los espacios sombreados: preferían recibir de lleno en el rostro los dardos solares, que al fin, si molestaban, también calentaban.