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Actualizado: 22 de septiembre de 2025


Dice una: 'jamás llegaré tan arriba', y sin saber cómo, arriba se encuentra». Maximiliano se quedó a almorzar; pero la irritación de su estómago y la desgana hubieron de contenerle en la más prudente frugalidad. Ella en cambio tenía buen apetito, porque había trabajado mucho aquella mañana y quizás porque estaba contenta y excitada.

Pero como eran otros los principios de aquel motin, de nada sirvieron estas sólidas razones para contenerle, antes bien se aumentaron los corrillos en las esquinas de las calles y plaza pública, creciendo el cuidado, por haber encontrado un pedazo de carta de Fray Bernardino Gallego, en que avisaba á su hermano, Fray Feliciano, que indefectiblemente la noche del 10 seria invadida la villa por los indios Challapatas, pero que no tuviesen cuidado, que el fin era quitar la vida al corregidor y oficiales reales.

Su juego es a modo de una lección experimental para los amigos y para los espectadores. Yo me creo en el caso de contenerle. No juegue usted más le digo . La demostración ya está hecha. La práctica ha confirmado suficientemente la teoría. No vale la pena que pierda usted cien pesetas más para persuadir a un convencido como yo. Pero D. Salustiano insiste.

La herida, que fue en el pecho, lejos de contenerle, le enfureció más; y dando un espantoso rugido, arrancó hacia atropellando a Canelo, que en vano había hecho presa en una de sus orejas. Faltándome terreno en que desenvolver el recurso de la escopeta, di dos saltos atrás empuñando el cuchillo; pero ciego ya de pavor y perdida completamente la serenidad.

Bajo una higuera, negro parasol de ramajes enroscados, vio a unos payeses ocupados en escuchar a alguien que estaba en el centro del corro. Al aproximarse Febrer hubo cierto movimiento en el grupo. Un hombre surgió de él con rabioso impulso, y los otros le detuvieron, cogiéndolo de los brazos, pugnando por contenerle. Jaime lo reconoció por el lienzo blanco anudado bajo su sombrero. Era el cantor.

Hizo lo mismo con el segundo sin detenerse y sin que la pica bastase a contenerle ni hiciese más que herirle ligeramente. El tercer picador tuvo la misma suerte que los otros. Entonces el toro, con las astas y la frente teñidas en sangre, se plantó en medio de la plaza, alzando la cabeza hacia el tendido, de donde salía una gritería espantosa, excitada por la admiración de tanta bravura.

La resistencia de él era puramente espasmódica, y mientras se defendía de los cuatro brazos que querían contenerle y arrancarle el cuchillo, decía con voz ronca: «Le siego el pescuezo y la...». Después se supo que Papitos tenía la culpa, porque le había irritado, contradiciéndole estúpidamente.

Aparecía más bien como un joven prudente, reservado, melancólico, de trato cortés y caballeroso, de corazón sensible, lleno de cariño y de respeto hacia su madre. Después que concluyó la carrera tuvo sus anhelos y aun proyectos de salir de Lancia, de ir a la corte, de viajar durante algún tiempo. Bastó, sin embargo, la negativa de la condesa para contenerle y hacerle desistir.

Palabra del Dia

passaro

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