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Actualizado: 28 de julio de 2025
«En efecto dijo sonriendo , es usted muy guapa. ¿Y no halla usted semejanza...? En la Naturaleza replicó Muñoz muy serio se observan fenómenos de semejanza... Sin embargo, usted y Virginia sólo se parecen como dos mujeres hermosas. El cabello..., efectivamente. En los ojos hay algo..., pero no, no es tal la semejanza que pueda inducir a suponer parentesco». Isidora no pudo contener su dolor.
Y mientras miraba al guapo mozo de reojo, y lo veía hacerse el valiente y contener las lágrimas, me vinieron a la mente las palabras de mi amigo... Era la víspera de su muerte: «Hanckel me dijo, ten lástima de mí cuando esté en la tumba... no abandones a mi hijo.»
Ante ese cuadro tan dulce de la antigua vida, acabada para siempre, la joven no pudo contener su emoción y llevándose las manos á la cara rompió en sollozos.
Días ha que vive aislado quien escribe este artículo y sin prestar atención, por su vejez y sus enfermedades, a casi nada de lo que ocurre fuera de España, a las más flamantes doctrinas filosóficas, a la dirección que toma y sigue la mayoría de los espíritus y a la corriente de ideas y opiniones que informan la novísima literatura; pero lo ve todo, retratado como en fiel espejo, en las producciones literarias españolas de ahora, sobre todo cuando presumen de contener o de ser filosofía.
Su bahía es pequeña, pero profunda y capaz de contener grandes flotas, y abrigada en todas direcciones por una red de colinas y montañas desnudas que se elevan al oriente en anfiteatro pintoresco.
Desde el momento que el sujeto tiene en sí algun principio de su modificacion, no es puramente pasivo. La sensacion no puede ser recibida toda; debe nacer en el sujeto sensitivo, por tal ó cual influencia, con tal ó cual ocasion; pero el ser que la experimenta ha de contener un principio de su propia experiencia, de lo contrario es un ser sin vida; no puede sentir.
Rojas hizo nuevos ofrecimientos, al mismo tiempo que se esforzaba por contener su indignación, dando á su voz una exagerada melosidad. No sé de qué me habla, señor contestó al fin Piola . Se equivoca usted. Nunca he visto á esa señorita. ¿Acaso ustedes no son amigos de Manos Duras?
Me dolía el corazón... Sentí que me tocaban en el hombro, y que me decían quedito, muy quedito: ¡Rodolfo!... ¡Rodolfo! Era Linilla. Ya todos se han recogido, murmuró y he venido a decirte adiós, porque no quiero verte mañana. ¿No quieres verme? ¡No; me sería imposible salir de aquí!... ¡No podría contener mis lágrimas!
¡No, hombre, si no es preciso! replicó la marquesa sin poder contener una sonrisa . Piensa tú ahora, y luego el padre te ayudará. Largo rato permaneció Diógenes silencioso, sosteniendo con ambas manos el crucifijo, fijos en él los ojos.
Palabra del Dia
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