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Actualizado: 16 de mayo de 2025


Cuídese usted, don Ramón, decían los curas amigos, únicos que osaban aludir a los desórdenes de su vida. Va usted haciéndose viejo y a su edad, vivir como un joven, es llamar a la muerte. Sonreía el cacique, orgulloso en el fondo de que los hombres conocieran sus hazañas, y volvía a sumirse en su rabiosa hidropesía, sintiendo que cada trago de placer le quemaba con nuevos deseos.

Digámoslo para tranquilidad de las damas que en situación semejante se pudieran ver. No le había salido ninguna cana. Y si le salieron, no se le conocían. Y si se la conocieran, ya habría ella buscado medio de taparlas.

La veía pasando por la Galería al lado del doctor Moreno: ella rubia, flacucha, angulosa, con el desequilibrio de un exagerado crecimiento, mirando asombrada con sus ojazos verdes aquella ciudad fría y tumultuosa tan distinta de los cálidos huertos de su niñez; el padre, barbudo, cejijunto, enérgico, irritado todavía por el fracaso de sus adoradas creencias; un espantable ogro para los que no conocieran su sencillez casi infantil.

Debió sentir que los ojos se le animaban y, para disfrazar aquel signo de agrado, frunció el entrecejo, aunque murmurando: «, , aquí veo algo nuevoLuego prosiguió devorando renglones; pero cada instante le era más imposible sofocar el gozo y, temiendo que se lo conocieran en la cara, dejó de leer.

En efeto, tanto les supo el cura decir, y tantas locuras supo don Quijote hacer, que más locos fueran que no él los cuadrilleros si no conocieran la falta de don Quijote; y así, tuvieron por bien de apaciguarse, y aun de ser medianeros de hacer las paces entre el barbero y Sancho Panza, que todavía asistían con gran rancor a su pendencia.

Si Pez no hubiera sido empleado, habría perdido mucho a sus ojos, acostumbrados a ver el mundo como si todo él fuera una oficina y no se conocieran otros medios de vivir que los del presupuesto.

Veamos cómo desarrollaría la acción para lograr que se vieran y se conocieran los dos personajes. Un día la dama llora más que nunca, y mira más fijamente al jardín; su vestido es más blanco que nunca, y más rubios que nunca sus cabellos.

A estas habas contadas sucedieron otras. Tratábase de una red de tranvías aéreos. ¿El capital? Seguridad tenía de encontrarlo cuando los banqueros conocieran su plan. Pero estos no supieron ver la inmensidad de millones que podía dar de el negocio, y los tranvías aéreos se quedaron en los aires.

Iba a decir que el que allí corría con las cuentas de todo era D. Juan Nepomuceno; pero se contuvo, porque solía darle vergüenza que los extraños conocieran esta abdicación de sus derechos. ¿Esto será alguna deuda antigua? dijo por fin. No señor... y señor. Me explicaré... , hombre, acabemos.

¿No sabe usted dijo que vamos esta tarde á la procesión del Divino Pastor? ¿? contestó Clara maquinalmente. ; pero usted no va. Han resuelto que se quede usted aquí, porque las jóvenes que están en penitencia no deben salir nunca de casa. ¿No piensa usted lo mismo? Lo mismo dijo Clara, temblando por miedo de que le conocieran en el semblante que tenía una carta escondida.

Palabra del Dia

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