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Actualizado: 19 de mayo de 2025


Poco instruido, aunque había adquirido de oídas cierto grado de cultura intelectual, manifestaba altivo menosprecio por los libros y profunda conmiseración por aquellos que a escribirlos se consagraban. ¡Para qué eso!

El mismo instinto que le hacía recatarse fue quien hizo avanzar su mano levantando levemente un lado de la misteriosa colgadura. Miró, y sin embargo no sufrió la impresión de momentos antes. Todo era verdad. Ahora comprendía las palabras de don Eugenio, su sonrisa triste, la mirada de conmiseración con que había acompañado su rápida salida de la tienda.

Hice, ante todo, que se incorporase y que se sentara en una silla, cerré por dentro la puerta del gabinete, sentéme yo enseguida junto a la infeliz mujer, y me dispuse a oírla, conforme ella lo deseaba, después de dirigirla palabras de conmiseración y de aliento. Dos partes tuvo la confesión de Facia.

Han transcurrido doce años desde la última vez que estuve en París... ¡Ay! Reconozco que mi aspecto ha cambiado mucho. Y Robledo, al decir esto, volvió á verse tal como se contemplaba todas las mañanas en el espejo, con ojos de conmiseración, mientras procedía á su limpieza matinal. Era todavía vigoroso y gozaba de excelente salud; pero la vejez había empezado á marcar en él sus devastaciones.

Se miró á misma con una conmiseración despectiva, como si se contemplase por primera vez. Ella que se había creído durante muchos años el centro de lo existente, se veía en lo más bajo, y aún adivinaba nuevos abismos por los que seguiría rodando, pues para la desgracia nunca hay término. Los demás podían evocar su pasado con una melancolía dulce.

Las mujeres sienten desarrollarse en su pecho el sentimiento de la maternidad mucho antes de ser madres y lo aplican a todo hombre que les inspira un interés de conmiseración, confundiendo el amor con la piedad. Se había engañado voluntariamente, interesada por los defectos del músico.

Abandonados de toda Europa con la estéril e inútil conmiseración de algunas Potencias y con el soberbio desdén y secular aborrecimiento de otras, siempre hubiéramos sucumbido en la lucha, y mientras más la lucha hubiera durado, más honda y más cruel hubiera sido nuestra caída. Menester es resignarse: no hay otro remedio. ¿Qué ventaja pueden traernos ya las recriminaciones?

No tenía miedo, como el poeta, a encontrarse con su dolor a solas, y caminaba por aquel lugar poco frecuentado, saboreando con gozo cruel el hondo pesar que, de vez en cuando, estallaba en ruidosos suspiros. Sentía en torno de su persona la imagen invisible de un padre que no había conocido. El recuerdo del pobre Melchor Peña le inspiraba cierta conmiseración. Aquél también había vivido engañado.

Se pensaba, al verlo, que retenía un lamento entre los labios inmóviles. La visión de este Jesusito agonizante, contemplado silenciosamente durante horas enteras, solía por la noche frecuentarla bajando del nicho y caminando sobre las baldosas frías del corredor solitario. Adriana entonces, arrebujándose, llena de una conmiseración desolada, se dormía llorando por

La marcha hasta el hotel iba á resultar interminable; todo Monte-Carlo presenciaría su paso. Se sintió triste, muy triste. Aquel oficial era su enemigo; ¡pero la muerte!... Alicia le inspiraba menos conmiseración. Sonrió con una sonrisa perversa al contemplar por última vez el carruaje y su séquito que iba en aumento. Como escándalo, no era flojo el que acababa de dar la duquesa de Delille.

Palabra del Dia

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