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Actualizado: 14 de junio de 2025


Pero éstos no eran los planes de Maugis, que adoraba a Adela desde hacía mucho tiempo y que no tomaba una parte activa en esta intriga más que para hacer una nueva víctima. A alguna distancia del castillo, el carruaje cambió de dirección y condujo a Adela al castillo por caminos extraviados; la noche estaba muy adelantada y nadie lo advirtió.

Confiado en estas palabras, Miguel le condujo á un tabernucho cerca de los muelles, guarida cómoda de otros pícaros como él, donde solía comer y beber cuando tenía dinero, y no pocas veces también dormir. Mientras caminaban emparejados, Velázquez le preguntó: ¿Has estado mucho rato en casa?

Un camino carretero, que serpentea faldeando la montaña, por en medio de magníficos bosques en la parte superior, nos condujo casi hasta la cima, donde se halla el Castillo, á mas de 100 metros de altura sobre Heidelberg y dominando con majestad el abismo de la cuenca del Nékar.

La presencia de Mariana pareció molestarle, e hizo un gesto imperioso para alejarla; pero cambió de idea, le tomó a la cocinera las dos llaves que tenía en la mano y le dijo a Marta, dirigiéndose a la escalera: Seguidme, Marta. La viuda obedeció. La condujo a su propio cuarto, la hizo sentar cerca de la mesa, y le dijo: Aquí tenéis vuestras llaves, Marta.

Y como yo hiciera un movimiento de cariñosa resistencia para separarme de su lado, él insistió dulcemente, me volvió a abrazar y a besar muchas veces y mi tío Ramón me condujo a un cuarto inmediato donde me había instalado desde que mi padre se agravó. Al separármele, quedó en mis manos el libro que habíamos estado hojeando. Me desnudaron y me acostaron.

De Milan, me dirijí á la poética, desgraciada y heróica Venecia. Salí de Milan en línea de hierro hasta Treviglio, una hora de camino: allí tomé un ómnibus que me condujo en tres horas á Cucallo, y de allí á Venecia en camino de hierro, empleando nueve horas.

Al salir de la primera misa, en la que habíamos hecho nuestras devociones hoy es la fiesta del Rosario, mi querida abuela me condujo vivamente hacia San José, y yo comprendí inmediatamente de qué se trataba. San José, protector de los matrimonios, es el más solicitado de los santos, a pesar de San Antonio, que empieza a hacerle una competencia temible.

Bien: dijo ¡asunto arreglado! Usted me perdonará... ¡estamos de viaje!... ¿Gusta usted de almorzar? Y se levantó y me condujo a la puerta. En esos momentos apareció la señorita. ¡Papá! Sonrojóse al verme, y murmuró tímidamente: Usted dispense.... ¿Qué quieres, Gabriela? le preguntó el caballero. ¿A qué hora hemos de salir? Después de comer... a menos que quieras salir más tarde....

Venga usted... Ya se lo he dicho... Por su parte, no hay inconveniente; pero es necesario que le digamos lo que hay que hacer... Atravesando algunos corredores y piezas, me condujo a la que ocupaba su padre. Observé gran diversidad en el mobiliario de la casa.

Tomó a la joven de la mano y la condujo al banco a pesar de las súplicas y de la resistencia de ella. Una vez sentado junto a la joven, prosiguió: Elena, he estado enfermo en Bruselas, en peligro de morir; tranquilizaos, no tembléis así. En peligro de morir repitió la joven . ¡Oh! era por eso que mi corazón estaba lleno de temores y que lloraba cuando pensaba en vos...

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