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Se cogieron del brazo otra vez, y Maltrana condujo a la joven a una galería de nichos, en lo más hondo del cementerio. Quiero enseñarte cómo acaban los hombres de talento, cómo reposan los que en vida tuvieron aduladores y fanáticos... Mira. Y después de una rápida busca con los ojos, le señaló un nicho, el más mísero de todos.

Provisto de ella, y después de haber convenido con Gloria la hora y las circunstancias de la visita, me personé en su casa a eso de las once de la mañana, preguntando por D. Oscar. La criada que salió a abrirme me condujo, al través del patio que yo había mirado tantas veces desde fuera, a la sala de recibo, desde donde Gloria me hablaba.

Este en cambio había caído en un desnivel, que lo condujo rápidamente a todos los grados de la perversión, como si las energías de su espíritu se hubieran agotado o se hubieran trasvasado al de sus amigos, respondiendo al principio en virtud del cual, cuando un platillo de la balanza sube, el otro baja.

No hay inconveniente. Se halla en el jardín en este momento... Pasen ustedes por aquí. Los condujo al través de varias estancias y corredores hasta una puertecita. Abrió un ventanillo que tenía y les invitó a mirar. Miró primero Timoteo, luego Rivera; el último fue Mario. El ingenioso D. Pantaleón se hallaba sentado en uno de los bancos de piedra del jardín rodeado de seis u ocho individuos.

El viejo héroe me apretó un momento contra su pecho y me condujo luego, según los usos chinos, al baño de la hospitalidad, una vasta pila de porcelana, donde entre rodajas finas de limón sobrenadaban esponjas blancas despidiendo un fuerte olor a lilas.

Una simpatía mutua condujo el asunto rápidamente a su desenlace. Celebrose la boda en Mâcón en el mismo día en que se inauguró una iglesia nueva. En la descripción de esta ceremonia de familia se adivina una alegría maternal inexplicable. Acordose que la boda se celebraría en la iglesia nueva que debía bendecirse en igual día; pertenecíamos a esta parroquia y estaba muy cerca de nuestra casa.

Por entre ellos atravesó orgullosamente Alejandro con su compañera del brazo, y doblando por la calle de Victoria, la condujo hasta la puerta de la casa de sus patrones. Pero la sorpresa de la pareja fue grande, cuando llegaron a la casa de mi tío Ramón; la puerta estaba abierta; la luz encendida en el vestíbulo bajo y en el vestíbulo alto.

Una escalinata hecha en uno de los estribos, nos condujo guardando ciertas precauciones al lecho del río.

La noche era oscurísima; el importuno cantor, que nunca pulsó el laúd a peor tiempo, se retiró creyendo sin duda que era mi amo algún curioso escudero; a poco rato bajó la virtuosa Leonor, y equivocando a mi señor con su amante, le condujo silenciosamente a lo más oculto del jardín.

Me condujo a lo largo del silencioso claustro, en medio del cual había un maravilloso pozo medioeval de hierro forjado, y después por interminables corredores de piedra, cada uno alumbrado por una sola lámpara de kerosene, lo que hacía parecer más sombría y melancólica la casa.