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Actualizado: 18 de mayo de 2025


Como el pobre D. León Pintado tenía que vivir de aquello, lo oía seriamente, y hacía que tomaba muy en consideración aquellos pecados tan superfirolíticos que no había cristiano que los comprendiera... Y la monja se ponía muy compungida, diciendo que no lo volvería a hacer; y él, que era muy tuno, decía que , que era preciso tener cuidado para otra vez, y que patatín y que patatán... Tal era Sor Facunda, dama ilustre de la más alta aristocracia, que dejó riquezas y posición por meterse en aquella vida, mujer pequeñita, no bien parecida, afable y cariñosa, muy aficionada a hacerse querer de las jóvenes.

¡Carola, Carola mía! exclamó hiposo y sollozante ; tengo que decírtelo todo. Lo que has de hacer es darme algo. Entonces, poniendo cara muy compungida, extendió las manos en busca de las de su amada, y dijo: ¡Vida mía, todo se arreglará! Ahora no puedo nada, nada; el estanco nuevo es una perdición. Yo te traeré... unos días... ¡demasiado sabes!

La otra, menuda, compungida y melosa, con gracia especial para cortar mortajas, es blanca, con una blancura rancia de viejo marfil, que destaca con cierta expresión devota sobre un hábito nazareno: Se llama Benita la Costurera. ¿Quiere que amortajemos a la señora? DO

Hija de mi alma contestó el tacaño bajando la voz y poniendo una cara muy compungida, no comprendes lo que es un buen rasgo de caridad, de humanidad.... ¿Preguntas por la capa? Ahí te quiero ver.... Pues se la he dado á un pobre viejo, casi desnudo y muerto de frío. Yo soy así: no ando con bromas cuando me compadezco del pobre.

Así que volvió diciendo con cara compungida: Dile que no puede ser... Lo siento mucho... pero no puede ser. ¡Pero, papá! exclamó Araceli. No puede ser, hija... no puede ser... repuso con impaciencia.

Entraron por una puerta lateral, y mientras Goicochea marchaba hacia el altar mayor, dejándose caer de rodillas ante la Virgen con devoción compungida, Aresti paseó por el templo, examinándolo. Los reclinatorios, los bancos y los altares, llamaron inmediatamente su atención.

No esperaba yo de usted semejantes palabras indicó Paz, poniendo los ojos, la boca y la nariz en la misma disposición compungida que si fuera á llorar. No en qué podemos nosotras haber faltado observó Salomé, poniéndose verde y haciendo también un gran esfuerzo para hacer creer que si no lloraba era por no faltar á las conveniencias sociales.

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