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Con gran pesadumbre comprendía el devoto anticuario que el contraste del lugar sagrado con las insinuaciones talares de la Fandiño, en vez de apagar sus fuegos interiores, era alimento de la combustión que deploraba, como si a una hoguera la echasen petróleo.... Entraron en la capilla del Panteón. Era ancha, obscura, fría, de tosca fábrica, pero de majestuosa e imponente sencillez.

La inmediata al mediodia para las viviendas de su servidumbre, eunucos y guardias: comprendia 400 casas: los pages y eslavos que mantenia el sultan en ellas eran 3750, los eunucos y guardias 12000, magníficamente vestidos, con espadas y cinturones dorados; á los pages se pasaban diariamente 13000 libras de carne, sin contar las gallinas, perdices y otra volatería, además de muchas especies de pescados.

Estaba en el otoño, ya muy entrado, de su azarosa vida, y comprendía que aquel hombre era una ganga. Entregáronse, pues, al mayor desenfreno amoroso: ella por cálculo y él por torpe apasionamiento.

Era aplaudida por elegante, picaresca, graciosa y bonita, o por salir medio desnuda: todos decían al verla: «¡qué guapa!», rara vez la celebraban como artista. Harto lo comprendía ella, sin forjarse esas dañosas ilusiones con que el amor propio ciega y pierde a los vanidosos... y, además, recordaba que la única persona que había contribuido a promover estas ideas era Juan.

Los otros no tenían nada que hacer, no servían para nada, y esto los ocupaba, mientras la divertía a ella; les hacía matar el tiempo a ellos y a ella también... Pero Zuzie no se reprochaba ninguna coquetería con Juan; pues se daba cuenta de su mérito y superioridad sobre los demás; comprendía que era hombre capaz de sufrir seriamente, y madama Scott no quería esto.

Algunas veces había pensado que había ciertas mujeres, pocas, que tenían un no qué, merced al cual ella sentía así como una disparatada envidia de los hombres que podían enamorarse de ellas; esas mujeres que ella concebía que fuesen queridas por los hombres, no eran como la mayor parte, que, guapas y todo, no comprendía qué encontraban en ellas los varones para enamorarse.

El conde presentía algo grave debajo de aquella sonrisa enigmática, comprendía que estaba haciendo un papel desairado, que se estaban riendo de él y hacía esfuerzos heroicos para recobrar su sangre fría, sin conseguirlo.

El día en que sus relaciones supiesen su matrimonio con el hijo de un hostelero, quedaría descalificada y se haría el vacío en su derredor... Su primera educación y la influencia del medio habían hecho al propio Delaberge muy formalista; tenía el culto de lo respetable y el espíritu de la jerarquía, y por eso comprendía tan bien los escrúpulos de la señora Liénard.

Hizo bien el duque en esperar á quedarse solo para leer aquella carta; nuestros lectores adivinarán su contenido. En ella, á vueltas de pesadas reflexiones, participaba la duquesa á Lerma lo que la había acontecido con el rey y la desaparición de la reina de su cuarto. El duque, leyendo esta carta, se puso sucesivamente pálido, lívido, verde. No comprendía bien aquello.

Pero el coronel Machado, que es hombre que no se detiene ante ningún obstáculo para llegar al fin, y que comprendía lo necesario de su llegada á Guantánamo ordenó que la Compañía del Este pusiera á su disposición una cigüeña de vapor para hacer el viaje en unión de sus compañeros.