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Parece que un joven compatriota del señor Embajador, miembro de distinguida familia, ha desaparecido. Ni amigos ni parientes han tenido la menor noticia suya desde hace dos meses, y hay motivos para creer que ha estado en Zenda. Flavia dedicaba escasa atención a las palabras del prefecto. Por mi parte no me atrevía a mirar a Sarto. ¿Qué motivos son esos?

Ella le recomendó á Karl, compatriota desgraciado que, luego de rodar por varias naciones de América y ejercer diversos oficios, vivía al lado suyo en clase de caballero cantor. Madariaga había gastado alegremente muchos miles de pesos.

Hombre, yo soy casado protestó Manzanares . No haga malas suposiciones: yo no pienso ya en esas cosas. Pero Maltrana insistió. Le gustaba la francesa y tampoco le parecía mal Conchita, aquella compatriota que iba sola a Buenos Aires. ¡Un hombre de mi edad! exclamó Manzanares . ¡Y con el estómago perdido!... Esa Conchita es una muchacha decente; no hay más que verla: una señorita.

Uno de los franceses, que estaba enfrente de la puerta, vio que al subir la escalera el español echó sobre los hombros del alemán su hermosa capa forrada de pieles; que el alemán hizo alguna resistencia, y que el otro se esquivó y se metió en su camarote. ¿Habéis entendido lo que decían? le preguntó su compatriota.

Para Marta y Körner, la inglesa, por extranjera, tenía algo de compatriota; por artista la consideraban más digna de respeto y atenciones que las cursis damas del pueblo, a pesar de todas sus pretensiones y preocupaciones seculares.

No se la veía nunca en el salón, ni siquiera por casualidad; pero los amigos íntimos de la casa se sentían muy honrados de entablar conocimiento con ella. Era una doméstica con sus 120 kilos de peso, compatriota y hasta algo pariente de la dueña de la casa. Se llamaba Honorina Lavenaze, como su ama; pero su deformidad hacía que todo el mundo la conociera por le Tas.

Se daba una comida en casa de una americana conocida por su excentricidad de lenguaje y por su afición inmoderada á la música. Ambas personas habían sido mutuamente presentadas por la dueña de la casa: El señor Marenval. Mi compatriota Julio Harvey. Sir Harvey ofreció entonces la mano á Marenval, con una franca sonrisa: ¡Ah! Marenval y compañía, ¿verdad? Conozco á usted muy bien.

Cierta parte de la gloria del muerto se reflejó sobre este compatriota humilde que había presenciado sus hazañas. Una tarde, la princesa, que conversaba en su salón-museo con unos nobles parientes llegados de Rusia, lloró tanto al recordar á su esposo, que quiso ausentarse un momento. Coronel, el brazo.

Hablando de él, decía á su amigo y compatriota Weller: Durante los tres meses que hemos vivido con el conde, no le he visto cometer una incorrección ni decir una inconveniencia. Usted me creerá, si quiere, Sam, pero hubiera dado diez mil dollars por sorprenderle blasfemando ó abrazando á una camarera de á bordo. Pero ni lo más mínimo. Ese hombre es demasiado perfecto y me da miedo.

Si cualquier pelafustán compatriota de Poldy podía poseer su imagen, ¿qué atrevimiento ni qué falta de decoro habría en enviársela por medio del pájaro zancudo al poeta incógnito, que no podía menos de ser príncipe, nababo, brahaman o chatria, allá en la tierra de Rama y de Sita, de Nal y de Damayanti?