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Actualizado: 14 de junio de 2025
Empleaba largos preparativos para colocar los brazos de modo que hiciera la fuerza suficiente para levantar el columpio a pulso.... Al intentar el primer esfuerzo, que desde luego reputó inútil, pensó en la cara que estaría poniendo el Magistral. ¡Aúpa!... gritó abajo Visitación para mayor ignominia.
Se trata de saber cuál es la que ha de subirse al columpio después. Ninguna quiere: es natural. ¿Cómo han de dejarse columpiar por hombres tan atrevidos y desvergonzados? Es en vano que militares y paisanos expliquen su conducta en el suceso anterior y hagan juramento de no reincidir y estar comedidos y prudentes y siempre a las órdenes de las damas.
La cantaora, que le vió desde el columpio, guiñó sus ojos maliciosos y le soltó esta copla: «Mocito que está á la puerta mirando para el columpio: entre usté y columpiará la que sea de su gusto.» Todos los rostros se volvieron entonces risueños hacia él. Manolo avanzó confuso y dijo galantemente: De mi gusto, prenda, ninguna más que usté. Pues colúmpie me usté, hijo, y de salud le sirva.
Ramiro conservó siempre el recuerdo de ciertos instantes en que, caminando con ella por el sendero del verde laberinto, osó pasarla el brazo sobre el cuello y tomarla suavemente la garganta. En otra ocasión, Beatriz subiose a un viejo columpio y comenzó a balancearse con violencia, presa de un rapto de juventud y de dicha.
Un mundo de monos es la otra pintura. Las dos hojas del libro están llenas de monos: un mono colorado juega con un monito verde: un monazo de barba le muerde la cola a un mono tremendo, que anda como un hombre, con un palo en la mano: un mono negro está jugando en la yerba con otro amarillo: ¡aquéllos, aquellos de los árboles son los monos niños! ¡qué graciosos! ¡cómo juegan! ¡se mecen por la cola, como el columpio! ¡qué bien, qué bien saltan! ¡uno, dos, tres, cinco, ocho, dieciséis, cuarenta y nueve monos agarrados por la cola! ¡se van a tirar al río! ¡se van a tirar al río! ¡visst! ¡allá van todos!
Eso es inútil observó el Magistral con una voz muy dulce ; como el madero aquel se ha metido entre los dos palos de la banda... si no se alza a pulso todo el columpio... no se puede desenganchar. Es claro bramaba desde arriba el otro; y probó otra vez su fuerza. Pero Bermúdez pesaba muy poco por lo visto, porque don Álvaro no movió el pesado artefacto.
Ana admiró en silencio la fuerza de su padre espiritual, en la que no vio más que un símbolo físico de la fortaleza del alma; fortaleza en que ella tenía, indudablemente, una defensa segura, inexpugnable, contra las tentaciones que empezaban a acosarla. Visita subió entonces al columpio, pero con las piernas atadas: no quería que se le viesen los bajos.
Palabra del Dia
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