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Actualizado: 29 de junio de 2025
Prefería Miranda el salón de lectura, donde hallaba cantidad de periódicos españoles, incluso el órgano de Colmenar, que leía dándose tono de hombre político.
Es guapa de veras esta chica pensaba el hombre maduro y experto . Sobre todo, tiene su tez la pelusa de los albérchigos cuando no les han tocado y cuelgan aún en la rama. Ese diablo de Colmenar parece que adivina todas las cosas... otro me hubiera dado los millones con alguna virgen y mártir de cuarenta años.... Pero esto es miel sobre hojuelas, como suele decirse.
¿No conoces en León a la persona aquí apuntada? siguió Colmenar señalando con la uña el renglón de la lista . ¿Un viejo muy guapo y fornido, muy tieso aún, Joaquín González, el Leonés? ¡El Leonés! Si no hay cosa que más conozca. Varias veces vino a asuntos al Gobierno civil de León. Claro que le conozco. Y ahora recuerdo; es verdad que tiene una chica, pero en esa sí que no me fijé jamás.
Y no transcurridos muchos días, dijo Miranda al presunto suegro, en tono satisfecho y confidencial: Nuestro amigo Colmenar apadrina; delega en usted y envía esto para la novia. Y sacó de su estuche de raso un abanico de nácar, cuyo delicado país de encaje de Bruselas temblaba al aliento como la espuma del mar al soplo de la brisa.
En vano doña Eugenia agotaba para convencerla toda clase de razonamientos y representaciones. Araceli, en el colmo de la desesperación, torciéndose las manos, exclamaba: ¡Pero mamá de mi alma! ¿qué dirá la duquesa de Colmenar de la Oreja, qué dirá el marqués de Cabezón de la Sal al verse junto a un hombre que se llama Trompeta?
Era tan hombre como los cazadores selváticos de Colmenar, gentes duras y amigas de la pólvora, que perseguían a los guardas de árbol en árbol, hasta encerrarlos en sus casuchas. La noche que el Mosco salía con escopeta y dejaba en casa el hurón, la turba de inocentes dañadores estremecíase de inquietud y de orgullo. Aquel era un hombre.
Colmenar oía baja la vista, contando los arabescos de la tupida alfombra. Alzó al fin la cabeza y diose una palmada en la frente. Me ocurre una idea sin ejemplar dijo, repitiendo la célebre frase del ministro portugués. Chico, ¿por qué no te casas? ¡No está mala la ocurrencia! ¡Sí, que son baratas las mujercitas en estos tiempos... y lo que viene después!
Solía Miranda hacer, de pascuas a ramos, tal cual escapatoria a Madrid, y en una de las últimas encontró al Don Fulano del señor Joaquín a quien llamaremos Colmenar por respetos a su incógnito , amostazado y furioso con otro Don Zutano que se empeñaba en desbaratarle sus combinaciones todas y en echarle por tierra todas sus hechuras.
Ganoso de no quedarse atrás de Colmenar en generosidad, amén de señalar pingües alimentos a Lucía, le regaló una suma redonda, destinada a invertirse en el viaje de novios, cuyo itinerario trazó Miranda, comprendiendo a París y a ciertas bienhechoras aguas minerales, recetadas tiempo atrás por Rada, como remedio soberano para la diátesis hepática.
Te andas por las alturas... el ramo de señoritas está mal: aguárdate, que voy a decirte.... Levantose Colmenar, y abriendo un cajón de su pupitre, sacó una tira de papel, rancia y amarillosa, cubierta de nombres, que recordaba las listas de proscripción.
Palabra del Dia
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