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Ya es cosa convenida que ningún noble ha de ir a saludalle, y que, fuera de los villanos, que siempre han sido golosos de esta clase de espectáculos, veranle sólo en la mula las gentes de ley y las Comunidades y Cofradías.

Las cofradías y sociedades devotas de Nieva no tenían en su seno otro cofrade más activo ni más poderoso, y contaban con ella en los trances difíciles como con un ángel tutelar que sabría sacarles del atolladero.

La iglesia, el convento y el tribunal. Dos cuadros. Un cocinero municipal y una mestiza tendera. Aguas constantes. Higrómetros y termómetros. Frío. Las frondas del gran Banajao. Artes y oficios. La niña, la hermana y la madre. Tejedoras. Petacas y sombreros. Música fuerte y música débil. Fray Samuel Mena. El pretil del convento. La campana de las ánimas. Cofradías. La guardia de honor de María.

Eran compañeros suyos de las cofradías de Bilbao, piadosos señores que se preocupaban más de los pensamientos de los obreros que de su trabajo, y valiéndose de ciertos espionajes de taller, los tenían sometidos á continua vigilancia, clasificándolos según sus creencias.

También Amalia era creyente y aun pasaba en la población por piadosa; pertenecía a varias cofradías; era protectora de algunos asilos; hacía frecuentes regalos a las imágenes y se la veía acompañada de clérigos. Pero miraba aquella profanación con la mayor indiferencia. La religión era para ella cosa muy respetable, pero más respetables aún su voluntad y sus placeres.

Los beneficiados, que estaban revestidos para llevar la Custodia, con notificación de las censuras, se desnudaron, las Cruces de las parroquias se fueron, el clero se aterró y se fué de la Iglesia, las más de las cofradías se fueron.

La autoridad no se opuso á este pacto, y desde entonces siguieron juntas, y ambas cofradías gozaron de las ventajas de este privilegio en la forma indicada. En el fondo estaba el escenario; la mayor parte de los espectadores ocupaba el patio, y los asientos preferentes eran las ventanas del edificio y de las casas inmediatas.

Era la cofradía de los señores, y el torero, al verse camino de la fortuna, ingresó en ella, huyendo de las cofradías populares, en las que la devoción iba acompañada de embriaguez y escándalo. Gallardo hablaba con orgullo de la seriedad de esta asociación religiosa. Todo puntual y bien disciplinado, lo mismo que en el ejército.

Desde entonces, los de Pacheco y la Puente se frecuentaron muy poco, abandonándose enteramente antes de acabarse el siglo, y quedaron como únicos teatros de Madrid los dos mencionados, pertenecientes, como hemos dicho, á las cofradías.

El aparato religioso, las imágenes de plata, los cleros entonando sus himnos a voces solas, las interminables cofradías, no la habían impresionado tanto como este continuo desfile de grandezas humanas; y sus ojos se iban deslumbrados tras las fajas de los generales, las placas que centelleaban como soles, los bordados de caprichoso arabesco, las empuñaduras cinceladas y brillantes y las bandas de moaré que cruzaban los pechos como un arroyo ondeante de colorines.