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No podré, por no ver el mal que sobrevendrá a mi padre. 1 Entonces José no pudo contenerse delante de todos los que estaban al lado suyo, y clamó: Haced salir de mi presencia a todos. Y no quedó nadie con él, para darse a conocer José a sus hermanos. 2 Entonces dio su voz con lloro; y oyeron los egipcios, y oyó también la casa del Faraón.

clamó entonces la voz lúgubre de la Esfinge : también el diablo, harto de carne, se metió a fraile; pero diablo fue siempre.

Al verse solo en la popa de la goleta, sintió una repentina inquietud. «¿Qué has hecho?... ¿qué has hecho?», clamó una voz en su cerebro. Pero contemplando á los tres viajeros y al muchacho que habían quedado como única tripulación, olvidó sus remordimientos. Debía moverse mucho para suplir esta falta de brazos.

La cocinera, una criolla vieja, clamó, santiguándose espeluznada: ¡Avemaría purísima! ¡Avemaría!... ¡Avemaría!... ¡Avemaría!... exclamaron otra vez, uno por uno, los hijos del mayordomo. Y, temiendo que Juanillo fuera el ogro de los cuentos y los devorase también a ellos, escondiéronse los menores detrás de los mayores. Formaron así una larga hilera, como cuando jugaban al Martín Pescador...

No tuvo tiempo de más cavilaciones, porque giró ante él la hoja enorme pintada de rojo, bajo el dintel labrado, y la propia Carmencita se apareció a sus ojos, siempre dulce y grave. Mirándole con despacio, clamó absorta: ¡Salvador!

¡Que si quiero que se me haga justicia! pues ya lo creo; ¡á Dios la pido! ¡á Dios clamo por ella!... y estaré clamando hasta que la consiga... Pues aligerad. ¿A dónde me lleváis? A casa de otra alma desconsolada. No hay alma más desconsolada que la mía. ¡Quién sabe, Montiño! ¡quién sabe! pero andad, andad. ¿Y quién es esa otra alma desconsolada? Una mujer que está enamorada de vuestro sobrino.

¡Lo robaría! clamó la señá Eufrasia . Si éste quisiera, lo tomaríamos como nuestro... Me llevaría todos los chicos que veo. Las voces de la mujerona hicieron volver la cabeza a otros grupos lejanos, despegándose de ellos algunos hombres al reconocer a don Isidro.

Las sangrientas escenas del 2 de Mayo de 1808 en Madrid habian conmovido profundamente al pueblo Zaragozano, que respirando venganza y furor contra los franceses, clamó varias veces pidiendo las armas.

15 Se han revuelto turbaciones sobre ; combatieron como viento mi voluntad, y mi salud como nube que pasa. 16 Y ahora mi alma está derramada en ; días de aflicción se apoderan de . 17 De noche taladra sobre mis huesos, y mis pulsos no reposan. 19 Me derribó en el lodo, y soy semejante al polvo, y a la ceniza. 20 Clamo a ti, y no me oyes; me presento, y no me atiendes.

Lo cual, hiriendo mi doble vanidad de muerto y de vivo, avivó mi sed de venganza. Media hora después mamá volvió a preguntar por , respondiéndole Celia con tan pobre diplomacia, que mamá tuvo en seguida la seguridad de una catástrofe. ¡Eduardo, mi hijo! clamó arrancándose de las manos de su hermana que pretendía sujetarla, y precipitándose a la quinta. ¡Mercedes! ¡Te juro que no! ¡Ha salido!