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Actualizado: 21 de mayo de 2025


Que me oigan los cielos y la tierra; Dios y Satanás. Enviaré un comunicado a los periódicos. Todo, todo, todo; la vida, la fortuna escasa que tengo de mis padres, el bienestar, la honra, todo lo hubiera dado por un segundo, nada más que un segundo, de amor. ¿Para qué quiero la vida? ¿Para qué la fortuna? ¿Qué bienestar es el mío? ¿De qué me sirvieron la honra y la doncellez?

Por el eterno descanso del defunto, «Padre nuestro» dijo, con voz áspera y fuerte, aunque afectando emoción y compostura. Á lo cual contestó la viuda con un tercer gemido, y el lúgubre cortejo con un «que estás en los cielos, santificado sea tu nombre», etc., etc.

47 y ellos volvieren a su corazón en la tierra donde fueren cautivos; si volvieren, y oraren a ti en la tierra de los que los cautivaron, y dijeren: Pecamos, hemos hecho lo malo, hemos cometido impiedad; 49 oirás en los cielos, en la habitación de tu morada, su oración y su súplica, y les harás derecho;

1 Y cuando Salomón acabó de orar, el fuego descendió de los cielos, y consumió el holocausto y las víctimas; y la gloria del SE

Porque el que še enalteciere, šerá humillado: Y el que še humilláre, šerá enaltecido. Mas ay de vošotros Ešcribas y Pharišeos, hypocritas: porque cerrays el Reyno de los cielos delante de los hombres: que ni vošotros entrays, ni

13 Cantad alabanzas, oh cielos, y alégrate tierra; y prorrumpid en alabanzas, oh montes; porque el SE

Esos, en su egoísmo, tienen tal concepto de la importancia de su persona, que necesitan que ésta se perpetúe después de la muerte, admitiendo como indispensables los cielos y los castigos inventados por las religiones. El hombre emancipado por la ciencia, se preocupa de la suerte de la humanidad tanto ó más que de la de su individuo.

Cual respuesta pavorosa se oyen gritos lastimeros de mujer, gritos heridos, insoportables, horrendos, voz de espanto miserable que pide amparo á los cielos, y el escape redoblado de un bruto que viene huyendo.

Volvíase con el pensamiento a todas partes, como el habitante de la casa incendiada que, cercano a las llamas, busca un escape, un sostén, una cuerda... ¡Ah, cielos divinos! De pronto vio Isidora su cuerda. Acordose de una persona, y la esperanza rieló en la superficie de su ennegrecido espíritu. Era de noche. Al día siguiente pondría en ejecución su pensamiento.

¡Maldita vieja! gruñó por fin. Lograría atraer su atención de alguna manera. Me figuro lo ocurrido. Vinieron a apoderarse del Rey y como digo, de una manera u otra dieron con él. Si no hubiera usted ido a Estrelsau, usted, Federico y yo estaríamos a estas horas en el reino de los Cielos. ¿Y el Rey? ¿Quién sabe dónde está el Rey en este momento? ¡Partamos! exclamé; pero Sarto siguió inmóvil.

Palabra del Dia

hociquea

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