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Actualizado: 1 de junio de 2025


Pero el motivo, que forma el interés capital del drama; la lucha entre el amor y el honor, parece son de la propia y original invención de Guillén de Castro: los romances, en efecto, no hablan del amor anterior del Cid á Ximena.

Este que sigue es un poeta santo, Digo famoso: MIGUEL CID se llama, Que al coro de las musas pone espanto. Estotro que sus versos encarama Sobre los mismos hombros de Calisto, Tan celebrado siempre de la fama,

Blasco Ximeno, el del reto; Ximena Blázquez, la de los sombreros, y el famoso Nalvillos, casado con la mora Aja Galiana, y casi tan famoso como el Cid, eran sus antepasados.

En el año de 1631 murió éste, tan miserable, que fué preciso sepultarle en el hospital de la Corona de Aragón. La obra más notable de Guillén de Castro, tanto á causa de la célebre imitación francesa cuanto de su valor intrínseco, y que por esto llama principalmente nuestra atención, es la primera parte de Las mocedades del Cid.

La conoció, la adivinó antes. «¡Es tuya! le gritó el demonio de la seducción ; te adora, te espera». Pero no pudo hablar, no pudo detenerse. Tuvo miedo a su víctima. La superstición vetustense respecto de la virtud de Ana la sintió él en ; aquella virtud como el Cid, ahuyentaba al enemigo después de muerta acaso; él huir; ¡lo que nunca había hecho! Tenía miedo... ¡la primera vez!

Al principio del drama es Rodrigo armado caballero ante toda la corte; la conversación de Ximena y de la Infanta versa sobre la pasión de ambas por el joven héroe, que es el motivo principal de la acción que sigue; trázase también excelentemente en esta escena el orgulloso carácter de Don Sancho, que contrasta con la noble dignidad del Cid.

Aún hoy se observan en el dialecto asturiano moderno, llamado bable, muchas palabras y locuciones que se leen en los más antiguos monumentos de la lengua castellana, como el poema del Cid, desusados ya en el lenguaje moderno. V. la Introducción al Romancero de Durán. V. á Durán, ya citado. Jovellanos, Memoria sobre las diversiones públicas, pág. 17.

Como todas las jóvenes de aquel tiempo, pertenecientes a familias ilustres, Isabel salió del claustro para casarse, y había acogido con alegría los homenajes de Fernando, porque, habiéndole dicho éste que descendía por su madre del Cid, pensaba que con tal origen, la historia de su vida debía encerrar, forzosamente, algunas aventuras interesantes.

Dios venga en mi ayuda exclamó huecamente Congosto y que este brazo, pronto a defender la justicia y a vengar un vergonzoso ultraje, sea más fuerte que el del Cid... ¿Lord Gray, reconoce usted su error y se dispone a reparar la afrenta que ha causado? El Sr. ¡Pues sea! dijo D Pedro sacando la espada y a quien Dios se la ...

Decía él que el Cid Ruy Díaz había sido muy buen caballero, pero que no tenía que ver con el Caballero de la Ardiente Espada, que de sólo un revés había partido por medio dos fieros y descomunales gigantes.

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