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Actualizado: 22 de julio de 2025
Fue, con la prisa que pudo, a buscar la capa, y bien embozado volvió a su puesto de centinela en el cenador, desde el cual veía el perfil de la tapia, destacándose borrosa en el cielo negro; y vería también el balcón del tocador si se abría para dar paso a don Álvaro.
¡Oh, bien lo veo! se apresura a decirme. A usted yo podría confiarle todo, todo. Y me parece que me aprieta ligeramente el brazo. «¿Qué querrá de ti?» me digo, y el corazón parece querer salírseme por la garganta. Llegamos delante del cenador, un cenador de aristoloquias... ustedes saben, esas hojas anchas de forma de corazón que interceptan todo rayo de luz.
Lo mas notable es una especie de cenador, ó mejor dicho, de santuario de verdura que hay al final de la arboleda. Seguramente que el capitán querrá llevar allí á la marquesa. Pero ella es lista y sabe escurrirse.
Y estando en esto, entró en el cenador Florela, ya repuesta en su natural y propio traje de doncella, y arrimose a doña Guiomar y quiso hablarla en secreto, pero ella le dijo: Dime alto lo que tuvieres que decirme, que no hay necesidad de que estos, mis buenos amigos, crean que yo tengo algo oculto, y a más que es descortesía.
Esto no es leal dijo con voz jadeante . Debo estar despeinada... Va usted á romper mi sombrero... ¡Estese quieto! Si insiste usted, le abandono. Vióse al fin obligada á defenderse con tal brusquedad, que Pirovani creyó llegado el momento de intervenir, avanzando resueltamente dentro del cenador.
Hostigado por los recelos que Cirilo y Visita le infundían y ardiendo en deseos de cerciorarse de la intriga que contra él se tramaba, no dudó en faltar a la delicadeza espiándolos. Sabía que el matrimonio se hallaba en el cenador con el marquesito, y hacia allá se dirigió sin hacer ruido.
Y así era la verdad, que la hermosa indiana venía por entre las verdes frondosidades del jardín, y en paso lento, hacia el sombroso cenador donde los dos amantes se encontraban; y era el paso lento de doña Guiomar la vacilación de su alma, en la que tal tumulto habían levantado su amor y sus celos, su indignación contra Cervantes, su odio contra Margarita, y la obligación en que se encontraba, por su propio decoro, de vencer aquella tempestad que en su alma se revolvía, y aparecer ante los dos amantes tal y de igual manera que como estaba cuando se separó de ellos, que no sabía qué hacerse, y temía que en el semblante se le conociesen la turbación, y el despecho, y la ira, y los celos, y la venganza, y el infierno, en una palabra, que a su alma daban cruda guerra; porque Florela no había andado con rodeos, y todo lo que había visto y oído habíala contado en el momento en que se partió el familiar que a visitarla había ido.
En un cenador de ese género siempre es de noche, cómo ustedes saben... Y entonces, ella me suelta el brazo, se agacha hasta tocar el suelo, y, arrastrándose, se introduce por un boquete en el tallar, cuyas ramas entrelazadas cierran toda otra entrada.
Palabra del Dia
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