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Actualizado: 11 de octubre de 2025


Y los castellanos en tanto llenos de noble emulación, hicieron nuevas conquistas y descubrimientos en aquellas tierras occidentales a donde Colón había llegado por vez primera y que por su magnitud merecieron llamarse Nuevo Mundo.

Tinta y papel. Llegadme aquí una silla. Sacan un bufete y recado de escribir, y siéntase el REY a escribir. CONDE. Aquí está todo junto. SANCHO. Su gran valor espanta y maravilla. Al Rey hablé, Pelayo. PELAYO. El es hombre de bien, ¡voto a mi sayo! SANCHO. ¿Qué entrañas hay crueles Para el pobre? PELAYO. Los reyes castellanos Deben de ser ángeles. SANCHO. ¿Vestidos no los ves como hombres llanos?

Ninguno de los personajes es indígena; todos son turcos, árabes, caballeros cruzados, embajadores, duques, guerreros con armaduras, provistos de armas encantadas y de bálsamos como el famoso de Fierabrás; los buenos castellanos, los malos extranjeros.

En todo el valle, hasta donde alcanzaba la vista, millares de blancas tiendas, adornadas muchas de ellas con enseñas y pendones de los altivos señores castellanos y leoneses. Á gran distancia, en el centro de aquella improvisada ciudad, una tienda mayor y más vistosa que todas las restantes era sin duda la vivienda del monarca.

A punto estuvo de costarle la vida esta jactancia, porque algunos señores de la corte, muy poco sufridos, creyeron lo que aseguraba y recelando que así el rey de Castilla iba antes y por camino más corto a llegar a la India, donde todavía no habían llegado los portugueses, decidieron provocar a Colón, y como era poco sufrido reñir con él y darle muerte, con lo cual su descubrimiento quedaría para Portugal y no aprovecharía a los castellanos.

Agotadas muy pronto las flechas de los arqueros, lucharon desesperadamente con espadas, picas, hachas y mazas, aprovechando todas las ventajas de su posición. Por fortuna, el combate cuerpo á cuerpo impidió á los honderos castellanos continuar su obra de destrucción.

Llegados al valle hallaron multitud de grupos de soldados y caballeros castellanos y franceses que fraternizaban, por entre los cuales pasaron sin que su presencia llamase la atención, y deslizándose entre las filas de tiendas no tardaron en hallarse frente á la que ostentaba el estandarte real.

Los portugueses habían llegado ya, caminando hacia Oriente. Los castellanos, caminando hacia el Occidente, ansiosos de circunnavegar el planeta, habían hallado un imprevisto obstáculo, un valladar inmenso, un continente extensísimo que se dilataba millares de leguas, casi desde un polo a otro, y que les cerraba el camino de Cipango, del Catay y de la India.

Si es que nuestra miserable nación ha de emprender algún día el imposible de su libertad, aguarde a que los vencedores castellanos adolezcan de la misma enfermedad y corrupción que desmayó a los moros de Boabdil, y tomen este largo plazo, y conténtense o resígnense al menos con él, ya que no supieron, o no pudieron, o, por no lo decir, no quisieron defender su libertad y su independencia, dejando para un "mañana" incierto lo mejor que parecía en un "hoy" seguro de seguras y firmes esperanzas.

La contestación del caballero inglés fué saltar sobre su caballo, y empuñando, como el barón, la lanza y embrazando el escudo, ambos jinetes descendieron con peligrosa rapidez la enhiesta pendiente, en dirección á los dos campeones castellanos, que á su vez les salieron al encuentro.

Palabra del Dia

mármor

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