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Actualizado: 10 de octubre de 2025


No, a mi casita insistió la abatida Comadreja . Si va conmigo una fiebre, quiero estar en mi cuarto. Ea, adiós. Toma mi mantón siquiera porfió la Tribuna. Bueno, venga.... ¡Brr!, estoy hecha una sopa. Y Ana, saludando con su esqueletada mano, ademán que indicaba un resto de intención festiva que aún retoñaba en ella, tomó el sendero que conducía al camino real.

Como sus trabajos administrativos sólo le ocupaban verdaderamente una vez por semana, pasaba el resto de ella leyendo en la casita de madera donde tenía su oficina. Era un lector ávido é incansable, capaz de tragarse una novela cada veinticuatro horas, y á veces dos.

Los tres hermanos gemían bajo aquel sistema carcelario; Pablo Aquiles, que tenía ya veinticinco años, no salía de noche sin permiso, y estaba obligado, bajo las más severas penas, a regresar a casita a las diez: antes de acostarse, registraba el padre en camisón y palmatoria en mano las habitaciones de los hijos; una noche estaba vacío el lecho del varón... Esperóle en el zaguán; y cuando entró, casi le desnuca del garrotazo.

¡Qué alegría ha tenido mi pobre madre al verme! Ya estoy instalada en mi querida casita de Rieux, donde he pasado tantos veranos durante mi infancia, pero en estos lugares no se encuentra aquello que en otros tiempos los vivificaba. Al lado de mi madre olvido todas las penas. La pobre está muy desfigurada, efecto sin duda de los disgustos que ha sufrido en viajes y destierros.

Bien estaría la casita de los novios; pero no tanto cómo el chalet que ella tenía en lo alto de «su mundo»; y en cuanto al piano, por superior que fuera, ¿a que no sonaba tan bien como el suyo, cuando se ponía a tocarle después de dar un paseo por las tortuosas veredas de su paraíso, con «el arcángel» que se le custodiaba?

M. de Lamartine me ha enseñado una casita que acaba de edificar en el pueblo, la cual quedará como herencia para nuestros hijos. Mi cuñado habla de ellos como un verdadero padre de familia. Con todas estas tierras que deben heredar de sus tíos, tendrán mis hijos un buen porvenir. ¡Quiera Dios que sean ricos en honor y piedad, que es lo que constituye la verdadera riqueza!

Me puse al cinto la pistola, dije adiós a mi casita, y a mis libros, mis buenos amigos, mis cariñosos compañeros, y me dirigí a la calle. Mientras el mozo arreglaba la silla y ataba a la grupa la manga y el joronguillo, salió mi tía Pepa, y tras ella señora Juana. Vamos, hijo mío, ¿no me dices adiós? ¿Te olvidas de ? ¡No, señora, cómo! ¿Cuándo vendrás? No . Acaso dentro de ocho o quince días.

No ha reformado con una mala teja su antigua casita de la plaza, ni ha vuelto a poner en ésta los pies; y se comprende en un hombre de sus circunstancias; muerto el señor cura, don Justo, ¿qué otra persona quedaba allí con quien «pudiera entenderse» él?

Mucho le favoreció para estos acompañamientos el cambio de domicilio de la muchacha, que vivía cerca del alto de la cuesta de San Hilario, en una casita que daba a la Olmeda, desde que faltando el señor Rosendo y Chinto, el bajo de la calle de los Castros se hizo muy caro y muy lujoso para dos mujeres solas.

Cerca de una casita, oculta bajo la verdura, un pequeño chorro de agua se lanza al vacío descubriendo una curva que el viento ondula, y las gotitas de niebla irisada caen á lo lejos sobre las flores como rocío de diamantes. #El molino y la fábrica#

Palabra del Dia

reclinándose

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