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Actualizado: 25 de junio de 2025
De este modo tenía, a su parecer, el aspecto de un bicho muy malo que se comía a la gente, o por lo menos que se la quería comer. Oyose el pie de paliza que Nicarona, hecha una veneno, estaba dando a sus hijos, y el gemir de ellos. El Pituso empezó a cansarse pronto de su papel de mico, porque eso de no poder pegarse a nadie tenía poca gracia.
Fuera del kilómetro cúbico está para mis silfos lo infinito, desconocido e insondable. Viven en una hora; pero su inteligencia es tan rápida y tan sutil, que en esta hora tienen tiempo de sobra para instruirse, enamorarse, propagarse, seguir una carrera, elevarse a las más altas posiciones, legar un nombre ilustre a su legítima prole, y hasta cansarse de la vida y apelar al suicidio.
En vista de lo expuesto, nadie puede extrañar que hayan caído en el olvido más profundo el nombre y la vida de Fray Miguel. Ya verá el curioso lector, si tiene paciencia para leer sin cansarse esta historia, las causas que me mueven a sacar del olvido a tan insignificante personaje.
Treinta y tres veces seguidas cantó la misma tonada sin cansarse, y el maestro de música y la corte entera lo hubieran oído con gusto una vez más, si no hubiese dicho el emperador que el vivo debía cantar algo. ¿El vivo? Lejos estaba, lejos de la corte y del maestro de música. Los vio entretenidos, y se les escapó por la ventana.
Una flaca quedaba en su bautismo con la designación de «sardina»; otra obesa recibía el nombre de «tritona». Maud pareció cansarse de esta ceremonia. Miraba a todos lados, pero evitando que sus ojos se encontrasen con los de Fernando. Un pasajero se acercó a las dos señoras con la gorra en la mano y el aire galante, lo mismo que si se ofreciese para una danza.
Procuraba al mismo tiempo, por medio de la Reina, la soltura de su mujer é hijos, detenidos en Madrid; pero tenía emulación con M. Edmondes, agente especial del Conde de Essex, estorbándose uno al otro: el Rey empezaba á cansarse de las singularidades de Pérez, y los más de los hombres con que esperaba contar le enseñaban ya los dientes.
Casi a escondidas tuvo que embarcarlo para España el virrey, porque los encomenderos lo querían matar. El se fue a su convento, a pelear, a defender, a llorar, a escribir. Y murió, sin cansarse, a los noventa y dos años. La última página
Y eso que no se guiaba de la mímica de los artistas porque miraba apenas hácia la escena. El truhan decía muy intencionadamente á Paulita, que, habiendo mujeres muchísimo más hermosas, no quería cansarse mirando á lo lejos... Paulita se ruborecía, se cubría la cara con el abanico y miraba de hurtadillas hacía donde estaba Isagani, que sin reirse ni aplaudir presenciaba distraido el espectáculo.
-Así sería -dijo Sancho-; porque a buena fe que andaba Rocinante como si fuera asno de gitano con azogue en los oídos. -Y ¡cómo si llevaba azogue! -dijo don Quijote-, y aun una legión de demonios, que es gente que camina y hace caminar, sin cansarse, todo aquello que se les antoja.
Por lo cual, sacado fuera el cadáver le arrojaron en una laguna, la cual también comenzó luego á moverse y bullir, como si allí se abrasase algún hierro ardiendo. Aterróse no poco el pueblo con tan funestos accidentes, y por mucho tiempo no se habló sino del infeliz Felipe Motoré, ni les fué necesario á los Padres cansarse mucho en predicar la honestidad y perseverancia en los matrimonios.
Palabra del Dia
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