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Actualizado: 25 de mayo de 2025
La dura necesidad de ganarse el pan con el trabajo físico, hacía del vigor un culto, convertía en diversión los alardes de resistencia de los más fuertes, admiraba como héroes á los grandes partidores de leña ó á los expertos barrenadores, y para dar carácter de fiesta á todos los esfuerzos del músculo en el diario trabajo, asociaba á sus juegos al buey, manso y sufrido compañero de la miseria campestre.
Tomé el tren, aprovechando la facilidad, y en veinte minutos llegué á Reus, encantado con la contemplacion de aquella hermosa campiña. Por todos lados veia asomar á la vuelta de alguna colina, ó desaparecer de pronto como una vista de cosmorama, alguno de esos pueblos, graciosos por su conjunto campestre y sus permenores, que salpican la campaña.
Rafaela era poco campestre. Rara vez iba a la chácara. Y como D. Joaquín iba a menudo y pasaba en ella tres o cuatro días seguidos y en ocasiones hasta una semana, el vulgo malicioso murmuraba que, durante estas ausencias, Rafaela usaba y hasta abusaba de la libertad en que la dejaba su marido.
Pocos días después, salieron entrambos en una silla de posta, que debía dejarlos algunas leguas antes de llegar al pueblo, pues el amigote de don Silvestre quería hacer poco ruido para conservar el más riguroso incógnito, á fin de gozar más á sus anchas y en completa libertad todas las delicias que se prometía de la vida campestre y descuidada.
Este pronóstico reservado alarmaba mucho á las visitas de la gran casa de Moscoso, pero casi nada á la nueva huéspeda y heredera. Su inclinación campestre se delataba á cada instante.
Por una rara asociación de ideas, aquel cuadro campestre evocó a los ojos de la joven la vuelta del escuadrón después del ejercicio de la mañana. Las trompetas la llamaban, y ella corría alegre y presurosa a saludar al guapo oficial, que era su padre, y cuyo caballo negro se paraba bajo el balcón, para que ella respondiese al saludo de «papá».
Entre la gente que baila y brujulea, se halla la gran mayoría de los forasteros que á la sazón residen en la ciudad; con lo cual queda dicho que el salón campestre, en los quince años que cuenta de vida, hase visto hollado por los pies más insignes que en aristocracia, belleza, política, ciencias, artes, literatura, armas ... y tauromaquia, ha producido y sostiene el suelo español.
Entre una y otra poblacion no hay mas que el desierto. Allí no existen la vida campestre, ni el paisaje sencillo y gracioso de la casa rústica, ni el campesino, en la estricta acepcion de la palabra. No hay mas que ciudades, villas y campos abandonados. ¿Quién cultiva, pues? ¿quién cuida de esas interminables plantaciones de cereales y esos olivares y viñedos? La naturaleza.
Eternos manzanos en eternas praderas, zanjas y lomas pobladas de arboledas, limitando la vista por ambos lados del camino; cuando más algunos pequeños recodos de gracia campestre, todo me hacía pensar desde la víspera que la poética Bretaña no era sino una hermana pretenciosa de la Baja Normandía.
Por lo demás, la poesía original del cantor es pesada, monótona, irregular, cuando se abandona a la inspiración del momento. Más narrativa que sentimental, llena de imágenes tomadas de la vida campestre, del caballo y las escenas del desierto, que la hacen metafórica y pomposa.
Palabra del Dia
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